jueves, 10 de febrero de 2011

Unión Europea: esta vez “NO”

¿Cómo que no? Tal parece ser la respuesta de los 26 socios de Irlanda al resultado negativo del referéndum del fin de semana pasado. Mucha sorpresa para un resultado que se venía anunciando los días previos a la votación.

Irlanda viene de decirle “no” al Tratado de Reforma de Lisboa por el cual se intenta hacer funcional una Unión de 27 países.

Tras el fracaso de la Constitución en 2005 se trabajó de manera de salir del paso y lograr la necesaria reforma, a través de un Tratado que permitiera la ratificación parlamentaria, evitando la siempre riesgosa consulta popular. Sólo Irlanda estaba obligada, por mandato constitucional, a recurrir a aquel sistema.

El problema de esta opción es que es inevitable adjudicarle todos los problemas del mundo a esa votación, independientemente de la particularidad de lo que se vota. En la campaña previa al referéndum, Irlanda cambió de gobierno; el saliente se vio envuelto en denuncias de corrupción que influenciaron la desconfianza de los irlandeses frente a las instituciones. La oposición aprovechó, para difundir que la aprobación del Tratado obligaría a aceptar el aborto, tocando una de las fibras más sensibles de los irlandeses, sin que la UE hiciera demasiado por desmentirlo: ahora se paga el precio.

La pregunta inevitable es la siguiente: ¿es justo? Más allá de la letra de la reforma, ésta fue negociada y decidida por todos, incluyendo Irlanda. Está ratificada por 18 Estados sin que se previera que, los que aún no lo han hecho, pusieran obstáculo alguno en el camino. Irlanda entró en la Unión Europea, en 1973, como uno de los países más pobres de Europa y compite hoy con Luxemburgo al estar entre los más ricos, nada más ni nada menos que gracias a los 40.000 millones de euros que la Unión le hizo llegar en forma de ayudas. ¿La solidaridad no debería ser de ida y vuelta? Está claro que la Unión necesita avanzar y no puede permitir que un millón y medio de votantes la paralice de esta manera.

El gobierno irlandés falló a la hora de informar correctamente a sus ciudadanos y convencerlos de que la aprobación era el camino. Queda clara una lección que debe desprenderse de este resultado: el objetivo de involucrar a la ciudadanía en el proceso parece no haberse logrado. Para el ciudadano común la Unión sigue siendo Bruselas, sigue siendo la Comisión, el Parlamento Europeo. El europeo común sigue sin incorporar el eslogan “Europa somos todos, unidos en la diversidad” y esto involucra a todos los Estados miembros.

¿Qué hacer ahora? Las reacciones van casi todas en una misma dirección, mantener el sistema de la “Europa a dos (o varias) velocidades”. Hasta los más férreos adversarios de este sistema, como el Primer Ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, consideran que frente a la posibilidad de dejar sin efecto Lisboa es mejor “crear un núcleo de países dispuestos a llevar adelante las reformas políticas y que el resto se vaya adhiriendo así quiera y pueda”, mal que le pese. Tan serio es el desaire irlandés. Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, quien se prepara a tomar la presidencia del Consejo durante el próximo semestre, aseguraron que se encontrará una salida. Es la prioridad en la reformulada agenda de la reunión del Consejo que se realiza este miércoles y jueves. La presión está ahora sobre Inglaterra para que ratifique el Tratado esta misma semana a fin de dar un claro mensaje a su vecina Irlanda y provocar, en cierto modo, una segunda votación, repitiendo lo sucedido con Niza en 2003.

No es para envidiar la situación del gobierno irlandés que pierde frente a su pueblo y queda aislado de Europa, mientras le llueven las críticas de todos lados. Sin embargo parecería claro que esta vez, Europa no va a aceptar un NO como respuesta.

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