lunes, 8 de mayo de 2017

Querida amiga

Era un domingo de otoño, cielo azul y sol perfectos en pleno febrero. Desde su ventana veía el verde que la rodeaba y la luz que, sólo en ese momento percibió, tanto extrañaba. Había tenido semanas intensas de lluvia y cielo gris en un verano atípico, triste y pesado. Recordó de repente que le debía una respuesta al mensaje que su amiga le había enviado ya no se acordaba cuándo. Así que comenzó a escribir:

Querida amiga:

Sé que tengo un mail tuyo, ya de este año, aún sin responder...no lo encuentro, soy un desorden e intento refugiarme en la lectura...revisando encontré un pequeño libro que releí en tan solo dos noches, Seda, que tú me regalaste en 2003 antes de volver de Lisboa...Qué lindo libro, qué linda historia. Había olvidado lo espectacular que es irte a dormir con lo último leído en la mente y viajar en sueños en nuestra propia versión de la historia que leemos...no tiene precio.

No tengo muchas buenas noticias para darte, hemos tenido un fin de año terrible y el nuevo comenzó difícil pero con un poco más de luz...al menos eso quiero creer y me aferro a mirar solo la parte del vaso llena.

Querida amiga, sé que tengo un mail tuyo en el que decías que no había mucho cambio por allí...no lo encuentro, pero espero que la cercanía de la primavera esté iluminando tus días y dándole más calor a tu alma. Te quiero y te extraño.

Mientras escribía se dio cuenta de cuánto extrañaba realmente sus conversaciones, ésas que no están contaminadas con la rutina, ésas que se saben únicas porque el tiempo es limitado cuando la distancia a recorrer es tan grande, ésas que recuperan lazos, memorias...cariños.

La tecnología ha acortado distancias sin duda, pero también ha vaciado de contenido los mensajes, un emoticón de wapp no puede nunca sustituir la carta, ni siquiera el mail al que se le dedica tiempo y pienso a la persona a la que va dirigido.

No es la única a la que le debía su tiempo frente a una hoja en blanco lo que, como un rayo de sol tibio en un día gris, calentó su corazón, agradeciendo a la vida tener el privilegio de contar con ellas.

Querida amiga, aunque los abrazos no lleguen con la frecuencia ideal, nos tenemos mutuamente en nuestros corazones. Debes saber que esa sola idea es nuestro privilegio.

jueves, 13 de abril de 2017

Bienvenida al club IV

El divorcio (segunda parte)

Hay clubes dentro de los clubes…es lo que descubrimos luego de un tiempo e identificar a la gente real no es fácil. El encasillar a las personas y pre juzgarlas no es de nuestro tiempo, si bien existió siempre, ahora es más ruidoso…las redes morales facilitan ese camino. Demoramos en entenderlo, pero el verbo es fundamental para desenredarte de esa telaraña y seguir adelante.

Todos nos equivocamos y por eso está bueno buscar a quienes consideramos y explicarles nuestra versión de la historia, decirles que nos lastimaron, sin querer, pero que sus personas valen más para nosotros que eso. Después dependerán de sí.

Esta otra cara del divorcio, más externa, de a ratos reaviva la tristeza. La desilusión solo resta y a veces demoramos en darnos cuenta. Cuando creías que ya estabas cruzando la meta, llega un comentario tergiversado, una mentira, una mala actitud en un mal momento y basta para revivir aquel golpe de soledad todo de nuevo, paso a paso.  Porque hay clubes dentro de los clubes y en esta etapa, por tus hijos, el club “padres de colegio” adquiere una dimensión que sorprende. El instinto primitivo de proteger a tus críos te lleva a prestarle atención a algo que, en realidad, no importa.

Quien no se preocupa por escuchar la otra versión de las cosas (seamos claros, todo prisma tiene más de una cara), es porque no le interesa. En todos los grupos humanos hay gente que prefiere pasar el tiempo adivinando y juzgando a otros sobre conjeturas que les cierran en sus cabecitas y tranquilizan sus vacíos, porque las reasegura en sus propias existencias.  Ladran Sancho…y lo que digan solo habla de sí mismas.

No hay que perder el norte: que tus niños sigan siendo niños, que no ocupen lugares que no les corresponden, las miserias de los adultos deben quedar entre los adultos, y si alguno no cumple con esta premisa hay que hablarlo con ellos (con los niños, claro), siempre hablarlo.

Eso, que ladren Sancho…