martes, 31 de diciembre de 2013

Se va el 2013...por fin.

Los finales siempre traen sentimientos encontrados, aunque el final de este año parecería ser más una bendición que otra cosa. Ha sido un año difícil...Es cierto, de una manera u otra parece que todos lo son.

Es que este año, como la canción del Sabalero, termina con la muerte rondando...que de manera macabra se llevó de golpe a tres personas queridas. La vida te prepara para enterrar a un padre, pero no a un par y mucho menos a una niña de la edad de tu hijo. Todo en un fin de semana violento.

Como en todas estas cosas, cuesta que caiga la ficha, y cuando lo hace te viene todo junto. Sin embargo, es muy difícil dejar de pensar en esa familia destrozada por ese segundo en el que alguien decidió que necesitábamos un ángel más...No hay palabras, no hay abrazos, no hay gesto posible que les acerque consuelo alguno, una certeza que solo da desazón a quienes quisiéramos ofrecerlos. Es muy difícil dejar de pensar en esos padres que serán, de aquí en más, sobrevivientes. Imagino que ni siquiera querrán saber de esta generación que fue su par los 9 años que vivió con ellos...y lo entiendo, lo entiendo además desde la conciencia de que ésta, la peor pesadilla de cualquier padre, para ellos, recién empieza...

Así, el 2013 para mí termina negro, pesado, lúgubre y denso, pero me da la chance de un punto final, y solo por eso, agradezco. No tengo metas ni objetivos para el 2014, solo la esperanza de que el guionista de Dios me deje en paz, que tanto esfuerzo y energía puestos en distintos proyectos truncados den señales de resultados posibles y entonces, mis 40 no me sorprendan como un balde de agua fría la mañana del 6 de noviembre...

Es 31 de diciembre, estoy con mis dos hijos y puedo abrazarlos... Al final del día, no necesito nada más.