viernes, 11 de febrero de 2011

Opresión

Todo habría sido como siempre si aquéllo no hubiera estado allí, amenazante, en acecho. Al principio, le fue indiferente. ¿Qué podía importar mientras quedara quieto? Sin embargo, ese pringue blanquecino e inestable parecía vivir, crecer, avasallar. Cuando se dio cuenta de que realmente esa obsesión se le echaba encima, resolvió luchar, pensando que hubiera sido mejor comenzar antes. Reunió toda la energía vital que le permitiera rechazarlo. Quizo llenar sus pulmones, pero la náusea lo enervó y apenas pudo detener momentáneamente el inexorable avance de la asqueante catarata. Sopló hasta lo último, pero sin éxito. Luego contempló consternado e impotente cómo se desplomaban sus sueños. Recién entonces gritó desesperadamente:

- Vieja ¡sacame la nata de la leche!

(A Mario y papá)

1 comentario:

  1. jajaja... lo que es una madre poniéndose en la piel de su criatura. Yo me descubro, microrelato excepcional. Joseba

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