Presentación del libro "Dilemas de la intervención estatal en la economía" del Prof. Marcos Baudean.
Hace unas semanas cuando
Baudean me pidió que hablara de su libro me dio una doble grata sorpresa,
finalmente lo presentaba y me honraba con unos minutos para contarles sobre mi
bisabuelo, Octavio Morató, quien ocupa gran parte de su trabajo.
Comentábamos con Marcos
que Morató es una persona conocida entre los especialistas en temas económicos,
ya que como él mismo lo expresa en su libro “no solo fue una de las máximas
autoridades del BROU a lo largo de 20 años, (de un BROU que era el emisor de
moneda) sino también uno de los
economistas más influyentes de su época, referente permanente en cuestiones
bancarias y financieras y activo participante en múltiples actividades
académicas, políticas y técnicas a nivel nacional e internacional.”
(pág.147) Es una persona conocida, entonces,
por su trabajo y su aporte, pero pocos conocen su persona. He aquí entonces lo
que Marcos me encomienda, presentarles un Octavio Morató que, en todo caso, explica mucho aspectos puestos
en valor en este trabajo. Hay principios, maneras de pensar y vivir que se
reflejan en nuestra vida privada y profesional
sin que podamos evitarlo, ni siquiera a veces, percibirlo.
Morató, entonces, fue un
hombre que se hizo a sí mismo. Nació en Río Branco en 1871. De joven trabajaba
en un almacén, llevando las cuentas, cuando el padre de uno de los que sería de
los amigos más cercanos a la familia (hasta el día de hoy) Piaggio, lo insta a
estudiar y perfeccionarse. Se recibe
entonces de Perito Mercantil y comienza a trabajar en el Banco Comercial como
auxiliar, donde ya trabajaba su hermano. Cuando llega al Banco República, es un
hombre con experiencia, en 1896, como Jefe de la sección Responsabilidades,
ocupando la Gerencia desde 1912.
Entre
estos años Octavio Morató Rodríguez se casó y tuvo su único hijo. Se casó con
Adela Rodríguez Sanz, quien fuera una de las primeras mujeres feministas del
Uruguay, junto con las hermanas Luisi. Esto dice mucho de por sí. Por momentos
parece haber sido un hombre fuera de época, por otros, que la entendía a la perfección. Adela
era su prima hermana, algo común en aquellos años, lo que hizo que su hijo,
llevara su mismo nombre: Octavio Morató Rodríguez. Era una mujer especial, que
amó a su marido con la misma pasión con la que luchó por los derechos de su
género…y así lo dejó escrito. En las largas jornadas laborales de mi bisabuelo,
se mandaban cartas contándose cuánto se añoraban y ansiaban la llegada del
descanso para reencontrarse, en un Montevideo que parecía tener horas y
distancias más largas, de las que concebimos hoy en día. Tanto fue así, que
cuando mi bisabuelo murió, en 1943, ella lo acompañó pocos meses después al no
soportar su ausencia. Tomó cianuro, le escribió una carta a su hijo y llamó al
hijo de Piaggio, para pedirle que cuidara de Octavito.
La casa de mis abuelos estaba bañada de su
impronta y yo crecí allí con muchas de sus historias. Morató era un hombre de
una sensibilidad y una humildad de destacar, Adela una mujer de carácter y
firmes convicciones. Una de las anécdotas que más se repetían en la casa de mis
abuelos, era que Adela iba a protestar a la plaza de los Bomberos contra la
dictadura de Terra y que el propio Terra llamaba a Morató para pedirle que
calmara a su mujer porque no quería tener que encarcelarla. Otra, cuenta que mi
bisabuelo era muy distraído a veces, dirían unos, que no dejaba nunca de
trabajar, dirían otros, y así llegó a saludarse a sí mismo en un tremendo
espejo que había al pie de la escalera del Hotel Parisien.
Raúl Montero Bustamante lo
describe en su aspecto de hombre de mundo de manera diáfana, y mucho mejor de
lo que yo soy capáz de hacer en este momento, en el prólogo que le dedicara al
libro “El mecanismo de la vida económica”, de la siguiente manera: “Demostró su
comprensión, su agilidad mental, su sentido político en la alta acepción de
esta frase, su clara videncia, y afirmó su posición de economista y sociólogo
para quien la economía política no es una disciplina rígida e inflexible, sino
una ciencia en constante evolución que debe adaptarse a la realidad del hecho
histórico y defender, antes que nada, la integridad física y moral del hombre y
de la sociedad. (…) Durante casi cuarenta años platicamos diariamente sobre los
más variados tópicos, porque ha de advertirse que era éste un hombre de cultura
universal a quien interesaban tanto las ciencias como las artes, y que seguía,
además, atentamente, el movimiento general de las ideas y el desarrollo de los
sucesos en todo el mundo civilizado. Su biblioteca se nutría constantemente y
su pluma no cesaba de correr sobre las cuartillas. (…) Huía de las ideas
generales y procuraba, mediante el esfuerzo propio, adquirir y definir el
concepto personal y concretarlo en fórmulas precisas que tenían para él, el
valor de verdades que defendía con serena convicción; pero no era irreductible
a la revisión, y aun a la rectificación de soluciones cuando descubría que su
posición ofrecía algún punto vulnerable”.
Baudean se pregunta en su
estudio, a raíz de la posición de Morató frente al llamado Pacto del
Chinchulín, si era un hombre de política o un burócrata al servicio del Estado.
Si bien entiendo que es una pregunta retórica, creo que cabe reafirmar que era
un hombre de Estado que, más allá de su filiación colorada, anteponía lo que
entendía era para el bien general. Más
adelante, lo expresa directamente Marcos, cuando afirma que para Morató, el
ente autónomo es el lugar por excelencia del interés público, entendido como el
interés nacional más allá de la divisa.
Perito mercantil, Contador
Público, Dr. en Economía Honoris Causa, fue un hombre que se preocupó en
estudiar y escribir, además, sobre temas como el alquiler, los conventillos, el
ahorro, las casas para obreros, el municipio y la vivienda, sobre la obra de
Emilio Reus, entre muchos otros temas recopilados bajo el título “Los problemas
sociales”, en 1911. Esta sensibilidad se
expresa, por último y también, en la fundación del Club Banco República, de la
que es responsable, porque siempre pensó en el bien de sus funcionarios.
No me resta más que
agradecer infinitamente a Marcos Baudean por darme esta oportunidad de
reencontrarme con mi propia historia, y ofrecer esta obra que intenta, también,
lograr hacer aquello que Quijano reclamaba ya en 1966 diciendo que a Morató no
se le había hecho la justicia que merecía.
Muchas gracias.