viernes, 30 de noviembre de 2012

Sobre Octavio Morató Rodriguez


Presentación del libro "Dilemas de la intervención estatal en la economía" del Prof. Marcos Baudean.

Hace unas semanas cuando Baudean me pidió que hablara de su libro me dio una doble grata sorpresa, finalmente lo presentaba y me honraba con unos minutos para contarles sobre mi bisabuelo, Octavio Morató, quien ocupa gran parte de su trabajo.

Comentábamos con Marcos que Morató es una persona conocida entre los especialistas en temas económicos, ya que como él mismo lo expresa en su libro “no solo fue una de las máximas autoridades del BROU a lo largo de 20 años, (de un BROU que era el emisor de moneda) sino también  uno de los economistas más influyentes de su época, referente permanente en cuestiones bancarias y financieras y activo participante en múltiples actividades académicas, políticas y técnicas a nivel nacional e internacional.” (pág.147)  Es una persona conocida, entonces, por su trabajo y su aporte, pero pocos conocen su persona. He aquí entonces lo que Marcos me encomienda, presentarles un Octavio Morató que,  en todo caso, explica mucho aspectos puestos en valor en este trabajo. Hay principios, maneras de pensar y vivir que se reflejan en nuestra vida privada y profesional  sin que podamos evitarlo, ni siquiera a veces, percibirlo.

Morató, entonces, fue un hombre que se hizo a sí mismo. Nació en Río Branco en 1871. De joven trabajaba en un almacén, llevando las cuentas, cuando el padre de uno de los que sería de los amigos más cercanos a la familia (hasta el día de hoy) Piaggio, lo insta a estudiar y perfeccionarse.  Se recibe entonces de Perito Mercantil y comienza a trabajar en el Banco Comercial como auxiliar, donde ya trabajaba su hermano. Cuando llega al Banco República, es un hombre con experiencia,  en 1896, como Jefe de la sección Responsabilidades, ocupando la Gerencia desde 1912.  

Entre estos años Octavio Morató Rodríguez se casó y tuvo su único hijo. Se casó con Adela Rodríguez Sanz, quien fuera una de las primeras mujeres feministas del Uruguay, junto con las hermanas Luisi. Esto dice mucho de por sí. Por momentos parece haber sido un hombre fuera de época, por otros, que la entendía a la perfección. Adela era su prima hermana, algo común en aquellos años, lo que hizo que su hijo, llevara su mismo nombre: Octavio Morató Rodríguez. Era una mujer especial, que amó a su marido con la misma pasión con la que luchó por los derechos de su género…y así lo dejó escrito. En las largas jornadas laborales de mi bisabuelo, se mandaban cartas contándose cuánto se añoraban y ansiaban la llegada del descanso para reencontrarse, en un Montevideo que parecía tener horas y distancias más largas, de las que concebimos hoy en día. Tanto fue así, que cuando mi bisabuelo murió, en 1943, ella lo acompañó pocos meses después al no soportar su ausencia. Tomó cianuro, le escribió una carta a su hijo y llamó al hijo de Piaggio, para pedirle que cuidara de Octavito.  

La casa de mis abuelos estaba bañada de su impronta y yo crecí allí con muchas de sus historias. Morató era un hombre de una sensibilidad y una humildad de destacar, Adela una mujer de carácter y firmes convicciones. Una de las anécdotas que más se repetían en la casa de mis abuelos, era que Adela iba a protestar a la plaza de los Bomberos contra la dictadura de Terra y que el propio Terra llamaba a Morató para pedirle que calmara a su mujer porque no quería tener que encarcelarla. Otra, cuenta que mi bisabuelo era muy distraído a veces, dirían unos, que no dejaba nunca de trabajar, dirían otros, y así llegó a saludarse a sí mismo en un tremendo espejo que había al pie de la escalera del Hotel Parisien. 

Raúl Montero Bustamante lo describe en su aspecto de hombre de mundo de manera diáfana, y mucho mejor de lo que yo soy capáz de hacer en este momento, en el prólogo que le dedicara al libro “El mecanismo de la vida económica”, de la siguiente manera: “Demostró su comprensión, su agilidad mental, su sentido político en la alta acepción de esta frase, su clara videncia, y afirmó su posición de economista y sociólogo para quien la economía política no es una disciplina rígida e inflexible, sino una ciencia en constante evolución que debe adaptarse a la realidad del hecho histórico y defender, antes que nada, la integridad física y moral del hombre y de la sociedad. (…) Durante casi cuarenta años platicamos diariamente sobre los más variados tópicos, porque ha de advertirse que era éste un hombre de cultura universal a quien interesaban tanto las ciencias como las artes, y que seguía, además, atentamente, el movimiento general de las ideas y el desarrollo de los sucesos en todo el mundo civilizado. Su biblioteca se nutría constantemente y su pluma no cesaba de correr sobre las cuartillas. (…) Huía de las ideas generales y procuraba, mediante el esfuerzo propio, adquirir y definir el concepto personal y concretarlo en fórmulas precisas que tenían para él, el valor de verdades que defendía con serena convicción; pero no era irreductible a la revisión, y aun a la rectificación de soluciones cuando descubría que su posición ofrecía algún punto vulnerable”.

Baudean se pregunta en su estudio, a raíz de la posición de Morató frente al llamado Pacto del Chinchulín, si era un hombre de política o un burócrata al servicio del Estado. Si bien entiendo que es una pregunta retórica, creo que cabe reafirmar que era un hombre de Estado que, más allá de su filiación colorada, anteponía lo que entendía era para el bien general.  Más adelante, lo expresa directamente Marcos, cuando afirma que para Morató, el ente autónomo es el lugar por excelencia del interés público, entendido como el interés nacional más allá de la divisa.

Perito mercantil, Contador Público, Dr. en Economía Honoris Causa, fue un hombre que se preocupó en estudiar y escribir, además, sobre temas como el alquiler, los conventillos, el ahorro, las casas para obreros, el municipio y la vivienda, sobre la obra de Emilio Reus, entre muchos otros temas recopilados bajo el título “Los problemas sociales”, en 1911. Esta sensibilidad se expresa, por último y también, en la fundación del Club Banco República, de la que es responsable, porque siempre pensó en el bien de sus funcionarios.

No me resta más que agradecer infinitamente a Marcos Baudean por darme esta oportunidad de reencontrarme con mi propia historia, y ofrecer esta obra que intenta, también, lograr hacer aquello que Quijano reclamaba ya en 1966 diciendo que a Morató no se le había hecho la justicia que merecía.

Muchas gracias.


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