jueves, 12 de noviembre de 2009

Gracias

Cómo a veces hay gente que le pesa tanto la vida que buscan desesperadamente la muerte y otras que mueren sin esperarlo en el momento que más querían vivir. "Yo que estoy en la flor de la vida..." acostumbraba decirnos.

Quiero hablar de tangos y milongas. Esa música llena de magia que me ha dado tantas cosas, esa música a la que llegué por acaso, casi sin querer y sin la que hoy no me imagino. De los lugares, esos mundos apartes que forman las "Tanguerías" , sus gentes, las mujeres y los hombres solos que hacen de ésas su punto de encuentro, quiero hablar de él...

Sé poco y nada de su vida. Como con el tango, llegué una noche sin querer a su cueva, su nombre estaba desde hacía tiempo en todas las bocas que supieran el significado de la palabra tango, baile, magia...
Era un lugar sombrío, misterioso como la Ciudad Vieja al llegar la medianoche, había luces de colores y figuras mal recortadas de estrellas, sombreros y bastones en papel brillante..."Concierto, night club" era el nombre. Aquel cabaret transformaba una vez a la semana sus galeras y bastones en gachos arrabaleros y tangos del 40 grabados de discos de pasta, dándole paso "al boliche donde se lo podía ver bailar".

Tímidamente nos sentamos en una mesa, no podía dejar de observar a mi alrededor aquél submundo de gentes extrañas, de pronto llegó la primera presentación...Parrela, el Sr. Parrela, también había oído ese nombre...Fue el primero en bailar. Nunca había visto a nadie bailar así. Él no daba mucho corte, conversaba con sus gentes, iba y venía sin acercarse, sin siquiera mirar a nuestra mesa, luego de un rato nos atrevimos y bailamos, bailamos uno, dos, tres tangos, alguna milonga... por fin luego de largos pedidos, tomó a su señora y bailó. Confieso que la primera vez que lo vi no lo entendí, no capté la magia de su baile, así medio desilusionados nos fuimos. ¿Qué era lo que tanto veía la gente?

Volvimos al domingo siguiente, no sé por qué, pero ahí estábamos cuestionándonos a consciencia qué hacíamos ahí sin terminar de entenderlo. Nos saludaron como si ya fuéramos "de la casa", no nos quedamos mucho, bailamos poco, pedimos la cuenta y cuando nos disponíamos a salir nos detiene...”¿ya se van?” preguntó retóricamente y ahí llegó la primera propuesta. Quería, "sin ánimo de ofendernos", que fuéramos más temprano el domingo siguiente para darnos unos "consejitos" de baile. Sin salir del asombro aceptamos, nos despedimos y nos fuimos.... Aquí, empieza mi historia.

Bailaba Tango porteño, con sus setenta y tantos tenía la agilidad de un veinteañero. Su pareja, aquella señora quizás diez años menor, hacía desaparecer todo el peso de una vida instalado en su cuerpo, bailando, tomada de su hombro hipnotizaban a quien los viera, eran una sola persona sumergidos en una coordinación perfecta al ras del suelo. Ésa era la magia de su baile, era imposible dejar de mirarlos, cada tango, cada milonga....

Desde el primer día nos dimos cuenta que, más que "consejitos", lo que en realidad quería era empezar de cero. Creo que nunca voy a saber qué fue lo que lo atrajo a nosotros, por qué nos "eligió", pero estaba claro que no era nuestro Tango "oriental". Nos dió las primeras claves, alguna figura, practicamos y allá fuimos todos orgullosos de poner nuestro mejor esfuerzo: "del 0 al 10...les daría un 6 y medio" dijo. Es cierto que para motivar no era el mejor, tal vez por pura exigencia, pero ese fue el pie para acercarnos un poco más y empezar a conocernos, "vénganse a mi casa, yo no les voy a cobrar nada y ahí estamos más cómodos, practiquen, esto es trabajo y trabajo..." Así supimos que seguía teniendo su academia, que tenía alumnos, que daba clases realmente, entonces menos comprensible era esa extraña obsesión con nosotros, ¿por qué?
Nos presentó a un concurso, aunque nos estábamos ni cerca de sentirnos preparados, fuimos, "muy lindo" dijo al final...¿Cómo? Estaba contento, eso fue lo mejor de la noche, valió la pena entonces.

Al principio nos habíamos sentido en el compromiso de aceptar su propuesta, no estábamos muy convencidos, tal vez porque toda la situación superaba mi costumbre de querer tener el porqué de las cosas, mi capacidad de análisis, pero hay algo que es seguro, no me arrepiento de haber seguido, a esta altura ya teníamos toda la química necesaria para seguir adelante, íbamos bien. En cada clase nos pasaba un poquito más de su pasión por el tango, nos llenaba de ganas, nos conquistó y le dió razón de ser a esta historia...

Ahora no solo su nombre estaba en boca de todos, él mismo estaba en todos lados, "Dreams", "Payaso", "La casa de Becho", hasta el "Centro de Choferes", era como si hubiera vuelto a sus mejores años, disfrutaba el regreso del Tango como si hubiera vuelto a nacer, se divertía preguntándome qué orquesta me gustaba más sabiéndome ignorante y me tomaba el pelo al pronunciarle "Villasboas"...no tenía mucho que ver con los tangos del 40 que se escuchaban en su cueva. Me invitaba a bailar queriendo mostrarle "al chileno" cómo debía marcar el ritmo y riendo de mi emoción por lograr, aunque sencillo, bailar un tango entero con él sin equivocarme.

En "Payaso" fue la última vez que lo vimos...nos sentíamos en falta y quisimos retribuirle todo lo que nos brindó, no solo las clases, sino también el cariño que nos demostraba y por esa extraña química que se dió entre nosotros. Así fue que volvimos de las vacaciones con una atención de Viña del Mar, hasta imaginamos la cara que iba a poner...nos quedamos con el "gracias" atragantado en la garganta...

"¡¿Viste que asesinaron a Dopazo?! " ...Así lo supe, como balde de agua fría me pusieron los pies en la tierra y me borraron la sonrisa de la cara, cuando apenas terminaba de aterrizar de Chile...lo primero y único que atiné a hacer en varios días fue enviar un telegrama, llegué tarde hasta para reaccionar...por eso hoy quiero romper ese silencio y de esta forma decirle gracias a esa persona que apenas llegué a conocer y que sin embargo entró en nuestros corazones a través de un sentimiento compartido : el Tango.

Éste es mi homenaje Dopazo, gracias por enseñarnos, por llenarnos de pequeñas cosas, por estos recuerdos que nos sonríen tristes y hacen que lloremos cuando nadie nos ve...

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