sábado, 12 de mayo de 2018

Mi Madre


Mi madre fue criada en una familia aristocrática que bien entrado el siglo XX seguía viviendo de acuerdo a los códigos y la estructura del 1900. Hija única de padres mayores, entabló mayor vínculo con su niñera y las empleadas que con su madre…no recuerdo una sola historia que haya salido de la boca de mi madre que involucre a sus padres y una sonrisa nostálgica. Los relatos solo hablan de grandes ausencias. Repitió siempre, sin embargo, el cariño que le profesó su abuelo paterno el poco tiempo que lo tuvo a partir de dos fotos que tiene impregnadas no solo en su memoria y que quizás, la ayudaron a lo largo del tiempo a crear ese recuerdo.
Mi madre no nació fuerte, tuvo que serlo.
Creció con dos mundos muy distintos, uno estático en el interior y otro muy dinámico en el exterior. Entre el 40 y el 65 el mundo cambiaba, la sociedad adolecía y crecía con cambios también políticos y revolucionarios, mejores o peores…se movía. Aquella casa que no vi construir pero que me tocó desarmar y verla desaparecer para poner en su lugar dos simples edificios exigidos por el moderno Pocitos, mantuvo intocable el alma del mundo que la erigió en 1929 hasta casi cumplido el año 2000.
Cuando pudo, con aquel cortocircuito interior con el que tuvo que discutir toda su vida, hizo con todas sus fuerzas, de su propia casa el hogar que ella no tuvo. Hizo de madre y padre, pasó de la aristocracia a pensar en pedir asistencia pública porque la familiar se negaba a hacerlo en la medida que lo necesitaba, nos protegió de las violencias que había fuera de nuestra casa en los 70 y nos arrastró en cada una de las manifestaciones que trajeron el regreso a la democracia porque la libertad no tiene precio, abrazó el concepto italiano de familia que traía mi padre que, a pesar de ser una familia de dos, él y su hermana, respetó la reunión de domingo como rito sagrado y mantuvo todo lo que pudo las tradiciones cristianas cada vez que correspondía. La vida la golpeó enviándole una hija con deficiencias mentales con la que hizo lo mejor que pudo, con las herramientas que la vida le había dado y que la ciencia limitada de la época le indicaba.
Mi madre abraza, abraza mucho y fuerte, dejando parte de su corazón en cada uno de sus abrazos. Puso alma y cuerpo, le gritó a la vida con fuerza, se armó como pudo y salió, fue la que tomó siempre, al final del día, las grandes decisiones. Le tocó pelear con distintas violencias protegiéndonos siempre con un instinto casi animal.

La vi cuidar a sus padres en sus últimos años con el amor que nunca le dieron y lloró el vacío que la naturaleza le dejaba poniéndola primera en la fila de su concreción. Vi el alivio que representó desarmar una estructura de la que no podía sacar más valor que la historia que guardaba en sus bibliotecas, sus muebles y sus cuadros.
A pesar de esto, mi madre nunca les quitó a sus padres la oportunidad de tener nietas y nos dio a nosotras la oportunidad de crecer con abuelos que nos dieron un cariño y una memoria muy distinta a la suya.

No nació fuerte, tuvo que serlo.

Fue tres madres distintas, las reconozco a las tres, puedo llegar a entender a cada una y saber que probablemente yo tuve a la mejor de ellas.

No nació fuerte, tiene que serlo, ya no quiere. Y está bien. 

En su tercer acto, tiene otras luchas. Ya corrió, ya se ocupó, ya decidió. Ahora quiere que la acompañen, que se ocupen de ella, que la abracen...y está bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario