Hace unas semanas estaba
almorzando con dos europeos, del sur de Europa, que me comentaban que ya se
hablaba de la latinoamericanización de esa parte del continente. Conversando
con otros, luego, me hicieron el mismo planteo apuntando inclusive al cambio de
percepción que ellos experimentan de sí mismos en aspectos cotidianos, como la
vestimenta y la
educación. Es una expresión que suena desde el vamos como
mínimo complicada.
Así, revisando la prensa europea,
me topo con un artículo de El País cuyo titular es “Estalla la Euroguerra Fría ”, de
Claudí Pérez. Un poco fuerte como expresión, aunque se refiere a aspectos
económicos y políticos, la metáfora encierra la base de un enfrentamiento entre
Grecia, por un lado, y la
Unión Europea (léase quizás Alemania), por el otro, que
calificarlo de guerra fría resulta provocador.
Queda claro ya, a estas
alturas, que la crisis europea, no sólo queda en lo económico y que se
profundiza afectando aspectos más subjetivos y tangibles para el ciudadano
común, que trascienden el bolsillo de cada uno. El planteo de Naim sobre esta latinoamericanización
de Europa (toda ella), pasa por el manejo que se le ha dado a las respuestas
políticas y económicas de la
crisis. La decisión de cometer los mismos errores de América
Latina fue, según este autor, “atender las crisis con medidas parciales y
fragmentadas y pensar que es posible posponer indefinidamente las decisiones
más impopulares.” Esto es lo que ve que pasa hoy en Europa, “basta ver
lo que está sucediendo en Italia (…) para reconocer la experiencia Argentina ,
(…) pero más temprano que tarde, la realidad se impone y las medidas parciales
fracasan. (…) Atacar uno o varios de los males de la crisis dejando
intactos a los demás no funciona y prometerle a un país austeridad casi
perpetua para pagar las deudas a los extranjeros tampoco.” Así explicaba el año pasado de dónde salía
este concepto que, hoy constato, se
extiende a otros aspectos muy distintos y, quizás, más riesgosos. Aparece la
desmoralización, el pesimismo e inclusive el menosprecio entre los propios
europeos del norte al sur y del sur hacia este lado, porque no vamos a dejar de
reconocer que hablar de “latinoamericanización” refiere a características de
estas latitudes (negativas y rodeadas de cierto aire despectivo).
Ahora bien, sin darle
demasiado espacio a otras voces que hablan del resurgir de grupos neonazis, de
la postura arrogante de Alemania o de la victimización de los griegos, intentemos
poner un poco de objetividad en el análisis preguntándonos ¿de qué se trata
todo esto? Es difícil no generalizar y mezclar olivas con bananas.
Europa es y sigue siendo la cuna de la
civilización occidental, esto no quita otros aspectos. El norte siempre fue
distinto del sur, esto no es de ahora. La referencia a la latinidad, en su
origen, hace a las lenguas y culturas que colonizaron esta parte del planeta y,
en este sentido, sacando a Grecia, el sur de Europa fue latino siempre, es
decir, nosotros somos latinoamericanos por ellos. Teniendo claras estas
premisas, avanzamos sobre lo que implica esta latinidad del sur europeo, que no
es de hoy y que quizás la crisis solo la puso en evidencia. Hace diez años
cualquiera que viajara por Europa y se trasladara de Lisboa a Nantes podía
notar ciertas diferencias obvias en cuanto a la pulcritud de las calles, el
orden vial, la educación de la gente, la ética exacerbada. Lo mismo si el
recorrido iba de Madrid a Ámsterdam, de Roma a Estocolmo o de Atenas a Munich.
De hecho, y en el fuero interno cada uno sabrá reconocerlo, solemos sentirnos
más cómodos en España, Portugal o Italia que en Suecia o Alemania, es decir, culturalmente
hablando estamos más cerca. Y esto no es una casualidad, somos hijos de ellos.
No es lo mismo, claro está, son europeos y están en Europa, con todo lo que
ello implica. Pero dejo planteada una reflexión: la crisis ¿no puso en
evidencia una idiosincrasia que siempre estuvo y que solo quedaba soslayada por
la bonanza económica de los fondos europeos? Esto es así en ciertos aspectos
porque hoy la latinidad del sur de Europa ya no se refiere solo a aspectos de
corrupción política y económica, también comienza a afectar (y aquí es donde
pongo el llamado de atención) aspectos que hacen a la moral de la sociedad,
psicológicamente riesgosos.
Algunos españoles me han
hablado de que la crisis les ha traído cambios hasta en su forma de vestir, que
al lado de un alemán, se parecen más a un colombiano/caribeño (interprétese
aquí lo que el lector sienta que esto pueda querer decir). El tema llega a la educación, la desigualdad,
quiénes sufren más…todos discursos muy conocidos para nosotros. He aquí la
comparación y la identificación con esta idea de lo que es (y claro,
generalizada) América Latina. Entonces, hay una trampa en la expresión misma
porque no podemos latinoamericanizar lo que siempre fue latino, por un lado, y
por otro la idea que se generaliza termina siendo demasiado subjetiva lo que
lleva a una desmoralización riesgosa. Es lo que Gordon Brown llamó la
“bancarrota moral”, quizás más peligrosa que la presión ejercida por las
medidas de austeridad (o gracias a ellas).
Plantear la división de
Europa en dos bloques monolíticos, como hace Pérez en su artículo, tampoco
ayuda: el estallido de la euroguerra fría está lleno de expresiones
exageradamente sensacionalistas del tipo “la salida de Grecia del euro crearía
una Somalia en Europa”, “guerra civil”, “vuelta de la desestabilización de los
Balcanes”, que aunque sean escenarios posibles (si nos ponemos estrictos, esto
es innegable) son evitables y por supuesto, no deseables. Sin embargo hace un
planteo que resume lo que quiero destacar en este artículo: el desencanto
funciona como una losa que está solidamente incrustada en la ciudadanía, el
demos europeo, y va a costar mucho deshacerse de ella. A lo que yo agrego
un elemento no menos importante e igualmente peligroso que es la pérdida del
espíritu europeísta que ese desencanto trae consigo.
En definitiva, el concepto
que encierra la expresión de nuestro título es equivocado porque América Latina
y el “mito” que la envuelve desde la mirada europea no sale de una probeta. Lo
importante aquí es atacar este punto, ser equilibrado y serio. Saber
reconocerse ayuda a ir hacia delante. No se debe permitir que esta idea se
incruste y perdure en el espíritu de los europeos del sur y haga mucho más
difícil ver la luz al final del túnel, por más lejana que parezca y por más
largo que sea el camino que aún quede por recorrer.
Claudí
Pérez, Diario El País http://economia.elpais.com/economia/2012/05/25/actualidad/1337978907_477033.html
Moisés Naím, Diario El País