miércoles, 6 de julio de 2011

MITTELEUROPA: Un paseo de la mano de Milo Dor (Primera parte)

Es lo que nos propone este autor con su libro “Mitteleuropa, mito o realidad”. Un paseo a través de poco más de 200 páginas en el que nos cuenta sus vivencias, su manera de sentir cada lugar, algunos recuerdos, todo mezclado con una magistral clase de historia. Es Europa Central a flor de piel…Istrie, Venecia, Voivodina, Dubrovnik, Toscana, el Danubio, Lombardia, Trieste, Belgrado, Budapest, Viena, Praga…es la Europa central de Milo Dor.

Poco podemos decir de este autor, no más que nació en Budapest en 1923, que fue educado en la zona yugoslava de Banat, que se instala en Belgrado para terminar haciendo de su casa la ciudad de Viena. Sufrió el exilio después de haber sido expulsado de la Universidad por sus actividades políticas en 1940 y de haber sido arrestado dos años más tarde antes de ser deportado a la ciudad austriaca. Milo Doroslovac, como es su verdadero nombre, se va dejando conocer a medida que se avanza en el viaje, dejándonos ver su interior al llegar a los últimos destinos. Así vamos a conocer primero al autor y luego lo que nos dice, haciendo un repaso un poco desordenado del orden cronológico que nos propone en su libro.

Praga
Quizás la ciudad del antiguo bloque del este que más ha sufrido la degradación arquitectónica del régimen comunista, quizás la ciudad en la que el autor encuentra más rastros de historia por ser centro que une el norte con el sur, el este con el oeste, en la que se ve y se siente el pasaje de décadas de descuido, de abandono, en la que nota el cambio desde su primer visita en 1938, a la última ya luego de la caída del muro de Berlín. “Praga fue para mi una ciudad llena de luz, de caras radiantes que miraban el futuro con confianza a pesar de la amenaza que representaba la Alemania de Hitler” declara el autor. Cuando resulta invadida por Alemania, Milo Dor sale a las calles de Belgrado a protestar contra tal atropello. Era estudiante liceal y fue la primera vez que se enfrentó a la autoridad. Queda clara la importancia que representa esta ciudad no solo en términos históricos sino como el inicio de la actividad política que desarrollaría después. En 1946 vuelve a una Praga a la que la guerra no había logrado quitarle el entusiasmo y la confianza que provocaba la libertad recién recuperada: “estaba fascinado con la animación de las calles” dice el autor. Un ánimo que duraría poco hasta que los comunistas llegaran al poder y allí se quedaran por más de cuarenta años. Milo Dor no volvería a Praga hasta entrados los años 80. En esta tercera visita nuestro guía sentirá el peso de un gobierno represor que había hecho desaparecer la alegría de las calles en las que ahora solo reinaba el silencio. A pesar de respirarse un aire tenso, obtendrá de esta visita una vivencia que no olvidará: por un segundo se darán determinadas características climáticas, de luz, de paisaje que lo harán sentir que se encuentra en el sur, más precisamente en Italia. ¿Por qué es relevante? Porque durante todo el transcurso del viaje (léase libro), Milo Dor intenta mostrarnos una Europa única, en la que hasta los pueblos que menos nos parecen influenciarse tienen cosas en común, más allá de la historia, rasgos culturales, lingüísticos, etc. El propio Milo Dor no se asume húngaro, austriaco o yugoslavo, sino europeo él mismo. Cuando vuelve, años más tarde, intenta recuperar la experiencia. Praga había recuperado la vida, la opresión que había sentido en su última visita había desaparecido. Nos la presenta como una ciudad invencible, cuyo pueblo cayó y se levantó una y otra vez. Vemos aquí, también, el Milo Dor político que lamentó el ataque fascista, que lamenta la destrucción comunista, pero que a su vez, puede ver más allá y mostrarnos a través de las letras la poesía que encierran ciudades llenas de sufrimiento, llenas de historias de luchas y desencuentros, un Milo Dor que lamenta la separación étnica, la lucha religiosa, porque todos son uno y parte de la misma cosa.

Belgrado, Budapest, Viena.
Son las tres ciudades que marcarán la vida de nuestro guía, un triángulo amoroso al borde del Danubio que le dejarán huella, cada una a su manera. Su llegada a Viena fue accidental, en 1943 siendo prisionero en Serbia es deportado a esta ciudad austriaca a un campo de trabajo forzado. Allí se quedará, primero obligado, luego por decisión. Nos cuenta cómo encuentra en Viena su casa (son chez soi) luego de pasar un largo periodo aprendiendo a conocerla y a quererla. Como capital cosmopolita y multicultural, dice, hasta un serbio como él, parte griego, nacido en Hungría y educado en Yugoslavia, podía sentirse en casa.
“Cada ciudad se reduce para cada uno de nosotros a algunos detalles que tienen un significado particular” dice Milo Dor, y son esos detalles los que nos cuenta en este destino, el significado particular que cada una de las tres ciudades tiene para él.
Es en Budapest donde encuentra la mejor vista sobre el Danubio, y donde nace en 1923, casi por accidente ya que apenas semanas después es trasladado a la ciudad que siente realmente como propia, Veliki Bečkerek, en Yugoslavia. A pesar de ello su ciudad natal no le es tan extraña como podría parecernos por las innumerables historias contadas por su madre que la mantuvieron presente a lo largo de su juventud. Nos presenta a los habitantes de esta ciudad particularmente abiertos a las novedades y nos muestra un país en el que la comunidad judía tuvo gran importancia en lo que se refiere a su crecimiento económico, un país en el que se siente y se ve el pasaje turco, un país, finalmente, que siempre miró al oeste a pesar de sus ancestros haber llegado del este. La puerta de entrada a ese “oeste” se encuentra en Viena.
Milo Dor encuentra varias razones por las que puede ligar Viena a su vida, pero por sobre todas las cosas explica cómo un sentimiento de confianza que invadía a sus padres, esta capital de un imperio que fue, hizo que terminara allí. Por alguna razón la encontraban un lugar seguro para esperar el fin de la guerra. Sin embargo, dice el autor, algo salió mal, es arrestado y solo por azar es que sale vivo. Obviamente al acabar la pesadilla solo quiere hacerse de un poco de dinero y salir de allí. Lo que no era tan obvio es que, una vez con todos los papeles en regla y el dinero suficiente para emigrar a los Estados Unidos, decidiera dejar pasar el barco y quedarse en Viena.
“Nuestra ciudad es una amante infiel (…) perversa, que llora sus amantes cuando los maltrató toda la vida” nos dice, así fue que Viena lo convenció de quedarse. Y parece no haberse equivocado, lo que nos cuenta de Viena, de su barrio, nos transmite calma, una sensación de espacio agradable, cultural, de “petit quartier mignon”, nos trasmite el amor que siente por ella, nos invita a conocerla. Es un pasaje en el que Milo Dor se muestra más débil en el sentido más positivo de la palabra. Todo el relato es como una poesía a la Josefstadt, su calle. Casi un homenaje al barrio que supo recibir personajes célebres, comunidades diferentes, un mundo multicultural…un barrio que representa Austria. Al decir de Jorg Mauthe, ser austriaco no es una nacionalidad, es compartir una visión del mundo. En definitiva Viena es su casa, su tierra y todo lo que ello representa.
Al hablarnos de Belgrado evoca recuerdos de infancia, de tardes frescas de verano, de corsos y charlas de libros, de cines y teatros. Nos pone frente a la librería en la que soñaba ver algún día uno de sus libros y si bien se encuentran hoy allí en versión serbo-croata, la felicidad que ello le inspira ya no es comparable con aquella que hubiera sido en aquel momento. Esta ya no es su casa…Belgrado es una ciudad en la que la poesía de otras es más difícil de encontrar, una ciudad que aún no ha resuelto muchos de sus innúmeros conflictos, donde la vida se hace difícil. A lo largo de la historia se vio destruida por todos los invasores posibles y reconstruida una y mil veces. Hoy lucha con la cantidad de habitantes, de inmigrantes que llegan a diario de ciudades y países vecinos a probar mejor suerte. Comunidades que se mantienen separadas, distantes las unas de las otras, una crítica que deja clara Milo Dor cuando la compara con una gran ciudad norteamericana donde los inmigrantes cultivan sus viejas tradiciones y tratan de imponerse unas colectividades a otras, donde cada uno intenta obtener lo mejor para sí…Plantea una “americanización” excesiva y sin ningún encanto.
Aparece aquí también el Milo Dor político, comprometido, crítico. Existen en Belgrado una docena de partidos políticos. Si bien se distinguen por el nombre, nos dice el autor, no se puede constatar ninguna diferencia notoria entre ellos porque se disputan los sentimientos nacionales y religiosos de los electores. Como en todos los Estados liberados de la presión comunista, la balanza pesa para el lado del nacionalismo que, en Serbia, se confunde con la iglesia ortodoxa nacional. Son ideologías nacionalistas que terminan siendo agresivas que obviamente acaban por enfrentarse con las otras ideologías nacionalistas agresivas de los otros pueblos yugoslavos. Es la guerra, las masacres…el odio étnico, el egoísmo…Es lo que podemos ver en los filmes de Kusturica, solo que él nos lo muestra como actor, Milo Dor nos lo presenta como espectador que sufre desde afuera.

En la segunda, y última parte, viajaremos junto a Dor por el sur y reflexionaremos con él de qué hablamos cuando hablamos de Mitteleuropa.

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