Aunque se sienta
tardísimo, el 31 de diciembre llegó…pocas horas le quedan a este año 2020 que
fue doble, que se sintió como dos años en uno sin vacaciones en el medio. Un
año de pérdidas, de soledades impuestas, de trabajo intenso, de miedos e
incertidumbres. Un año duro.
Pongamos pausa,
aprovechemos este primer día de un nuevo año para apartarnos un poco del mundo,
abracemos la melancolía en su sentido positivo, “descansar en uno mismo”,
observemos, busquemos esa serenidad reflexiva, hagamos una pausa contemplativa…
En estos
momentos es cuando la filosofía ofrece refugio, observar lo exterior y entender
mejor lo interior. Recibir la angustia, los miedos, entenderlos y dejarlos ir,
desde la calma que otorga la reflexión silenciosa. “En la espera es cuando el tiempo
se vuelve palpable”. Ya no nos damos el
tiempo, y es fundamental tomarlo, hay que dejar de correr. Hagamos una pausa,
leamos nuestras líneas, reencontrémonos, que el sol nos caliente el alma en un
abrazo tibio de los que tanto nos hicieron falta. Vuelvo a mis filósofos
queridos que son mi refugio.
Aunque en los
hechos sea el simple pasaje de un día al otro, cambiar de año siempre libera
mochilas porque la esperanza que viene con ello es mucho más ligera que la
carga del año que cerramos. Solo por eso vale celebrar, celebrémonos, por un
año en el que todo fluya un poco más suave y la mochila quede liviana…