Porque el día de la mujer
celebra, como cada cumpleaños, el serlo; celebra un siglo, ya casi, de logros
en términos de igualdad y reconocimiento; de independencia y decisión; de
valoración y espacio. El día de la mujer ha permitido muchos otros debates y otras
luchas que aún persisten y que en muchos casos, estamos lejos de lograr. Ha
permitido que pase de ser testigo a ser constructora de su propia historia. Da
lugar a la insistencia, a nuevos planteos, al debate, a acercarnos para
intercambiar opiniones y esto de por sí ya es bueno.
Porque su historia puede ser
trágica y grande, porque es un ser complejo que en la guía de su vida no separa
lo racional de lo emocional, porque es multitarea, por su natural fortaleza e
instinto de supervivencia, por su delicadeza y firmeza, dejó de ser deidad y
musa para ser terrenal, real y protagonista.
Las mujeres tenemos un código.
Podés ser esa mujer ejecutiva,
que resuelve y siempre va para adelante o la que se queda, se desorienta y no
logra ordenarse. Podés ser la madre por naturaleza, la que si pudiera tendría
un bebe cada año en brazos o la que lucha entre la maternidad y su libertad; la
que quiere tener éxito en su trabajo y hace de su trabajo su casa o la que de
su casa hace su trabajo. Podés ser la independiente, la que no depende de nadie
y nada la asusta o la que sola no sabría dar un paso. Podés ser todas ellas…o
podríamos encontrar tantos tipos de mujeres cuantas mujeres hay. Sin embargo, todas
compartimos un mismo idioma, que es solo nuestro, que esconde complicidad, que
reconoce el dolor, que identifica el esfuerzo, que con el tiempo deja de
juzgar, que aprende, crece y resuelve sin manual. Todas, en algún momento,
hablamos ese idioma y ahí no importa quién es, sino que es otra mujer y solo
por eso, la entendés.
Este 8 de marzo celebrá, por vos
y para vos, por tus hijos y tus amigos, porque podés hablar y simplemente ser.