jueves, 31 de diciembre de 2015

Llega 2016

Y como siempre, para que llegue un año nuevo, se tiene que ir el viejo...
2015 ha sido una año bizarro, lo menos.
También ha sido un año de superación y en eso me voy a concentrar.

Me he reencontrado con mi genuino yo, primero, y con muchos queridos amigos de allende los mares, después. Me he reencontratado con mi querida Europa, mis idiomas, mis estudios, mi segunda casa, Lisboa, aunque fuera por un ratito. Todo y a todos los he mirado con nuevos ojos, los he sentido con una nueva piel porque para eso debí superar al menos dos grandes temores. En ese camino me demostré que soy capaz....Las sonrisas superarán a las lágrimas.

Este año cierra, que 2016 los encuentre en paz y con la mirada puesta hacia adelante.
Sigamos avanzando.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Bienvenida al club III

El divorcio


Es un momento. Un antes y un después cuando te cae la ficha que te dice que todo terminó, como una iluminación oscura. La crisis podría haber empezado dos meses atrás, seis o años antes, eso varía, pero lo que es igual es ese segundo en el que te das cuenta que algo se rompió y no se puede recuperar. Llorar es inevitable, vivir el fracaso también....después recuperás un poco el aliento y enfrentás la decisión.

Pocas cosas deben ser tan duras y doler tanto, hablarle a los niños, tener un discurso unido, mostrase de acuerdo....que haya paz. Desde que la decisión está tomada y la separación se hace efectiva es como vivir en una olla a presión...un infierno que aumenta su temperatura a riesgo de explotar de la peor manera. Ha de ser por eso que al principio la descompresión renueva energías y te da una pausa...

No, no sabés qué vas a hacer pero tanto espacio de repente te permite imaginar múltiples escenarios. Mientras estás en ese limbo viene soledad, así, sin  avisar, de golpe, toda ella, toda junta, tan densa que te obliga en encoger tus hombros sintiendo el vacío absoluto del abrazo que no vendrá...y te soprende, tanto te sorprende que no entendés por qué. Pero es que no hay con quien compartir tu cotidianeidad, ya no hay cómplices... La gente que te rodeaba está distraída, buscás cafés, excusas para escuchar algún ¿estás bien? Y poder responder...no, la verdad que no, aunque sean pocos, muy pocos los que en realidad quieran escucharlo.

Porque no se trata de encontrar soluciones siempre, a veces sólo se necesita un oido, un abrazo y un te quiero, nada más para sentirse mejor. Esa compañía empática que espera contigo a que la tormenta pase, acariciándote la cabeza de tanto en tanto.

El equilibrio demora, pero llega. Los niños irán a su ritmo que no es el tuyo y habrá que sacar fuerzas de esas que toda madre tiene en lo más profundo de su ser, como última reserva y acompañarlos....porque ellos no van a saber que quizás estés en tu peor momento y, de hecho, mejor que no lo sepan.

También vas a recuperar mucho de tu genuino yo, a reconocerte de nuevo en muchas cosas, a quererte más, a respetarte...a hacer por ti y para ti. Cuando esas sensaciones asomen estarás llegando al final del túnel, quedará camino pero la luz estará a la vista. Aún espero que las sonrisas superen las lágrimas pero sé que falta poco...el equilibrio demora pero llega.

Lo peligroso es acostumbrarse, estar solo, al final del día y después de un tiempo no es para todo el mundo. Sentir que te va pasando la vida o que solo transitamos por ella, no está bueno. La vida sin consistencia no tiene sentido, hay que abrazar, hay que besar, hay que hablar y para eso siempre necesitás a alguien más, a tus amigos, a quien sea, no dejes de buscarlos, no dejes de decirlo, no dejemos que el tiempo nos gane...
Aunque ésa, probablemente sea otra historia.