viernes, 8 de junio de 2012

Latinoamericanización del sur de Europa


Hace unas semanas estaba almorzando con dos europeos, del sur de Europa, que me comentaban que ya se hablaba de la latinoamericanización de esa parte del continente. Conversando con otros, luego, me hicieron el mismo planteo apuntando inclusive al cambio de percepción que ellos experimentan de sí mismos en aspectos cotidianos, como la vestimenta y la educación. Es una expresión que suena desde el vamos como mínimo complicada.

Así, revisando la prensa europea, me topo con un artículo de El País cuyo titular es “Estalla la Euroguerra Fría”, de Claudí Pérez. Un poco fuerte como expresión, aunque se refiere a aspectos económicos y políticos, la metáfora encierra la base de un enfrentamiento entre Grecia, por un lado, y la Unión Europea (léase quizás Alemania), por el otro, que calificarlo de guerra fría resulta provocador.

Queda claro ya, a estas alturas, que la crisis europea, no sólo queda en lo económico y que se profundiza afectando aspectos más subjetivos y tangibles para el ciudadano común, que trascienden el bolsillo de cada uno. El planteo de Naim sobre esta latinoamericanización de Europa (toda ella), pasa por el manejo que se le ha dado a las respuestas políticas y económicas de la crisis. La decisión de cometer los mismos errores de América Latina fue, según este autor, “atender las crisis con medidas parciales y fragmentadas y pensar que es posible posponer indefinidamente las decisiones más impopulares.” Esto es lo que ve que pasa hoy en Europa, “basta ver lo que está sucediendo en Italia (…) para reconocer la experiencia Argentina, (…) pero más temprano que tarde, la realidad se impone y las medidas parciales fracasan. (…) Atacar uno o varios de los males de la crisis dejando intactos a los demás no funciona y prometerle a un país austeridad casi perpetua para pagar las deudas a los extranjeros tampoco.”  Así explicaba el año pasado de dónde salía este concepto  que, hoy constato, se extiende a otros aspectos muy distintos y, quizás, más riesgosos. Aparece la desmoralización, el pesimismo e inclusive el menosprecio entre los propios europeos del norte al sur y del sur hacia este lado, porque no vamos a dejar de reconocer que hablar de “latinoamericanización” refiere a características de estas latitudes (negativas y rodeadas de cierto aire despectivo).

Ahora bien, sin darle demasiado espacio a otras voces que hablan del resurgir de grupos neonazis, de la postura arrogante de Alemania o de la victimización de los griegos, intentemos poner un poco de objetividad en el análisis preguntándonos ¿de qué se trata todo esto? Es difícil no generalizar y mezclar olivas con bananas.

 Europa es y sigue siendo la cuna de la civilización occidental, esto no quita otros aspectos. El norte siempre fue distinto del sur, esto no es de ahora. La referencia a la latinidad, en su origen, hace a las lenguas y culturas que colonizaron esta parte del planeta y, en este sentido, sacando a Grecia, el sur de Europa fue latino siempre, es decir, nosotros somos latinoamericanos por ellos. Teniendo claras estas premisas, avanzamos sobre lo que implica esta latinidad del sur europeo, que no es de hoy y que quizás la crisis solo la puso en evidencia. Hace diez años cualquiera que viajara por Europa y se trasladara de Lisboa a Nantes podía notar ciertas diferencias obvias en cuanto a la pulcritud de las calles, el orden vial, la educación de la gente, la ética exacerbada. Lo mismo si el recorrido iba de Madrid a Ámsterdam, de Roma a Estocolmo o de Atenas a Munich. De hecho, y en el fuero interno cada uno sabrá reconocerlo, solemos sentirnos más cómodos en España, Portugal o Italia que en Suecia o Alemania, es decir, culturalmente hablando estamos más cerca. Y esto no es una casualidad, somos hijos de ellos. No es lo mismo, claro está, son europeos y están en Europa, con todo lo que ello implica. Pero dejo planteada una reflexión: la crisis ¿no puso en evidencia una idiosincrasia que siempre estuvo y que solo quedaba soslayada por la bonanza económica de los fondos europeos? Esto es así en ciertos aspectos porque hoy la latinidad del sur de Europa ya no se refiere solo a aspectos de corrupción política y económica, también comienza a afectar (y aquí es donde pongo el llamado de atención) aspectos que hacen a la moral de la sociedad, psicológicamente riesgosos.

Algunos españoles me han hablado de que la crisis les ha traído cambios hasta en su forma de vestir, que al lado de un alemán, se parecen más a un colombiano/caribeño (interprétese aquí lo que el lector sienta que esto pueda querer decir).  El tema llega a la educación, la desigualdad, quiénes sufren más…todos discursos muy conocidos para nosotros. He aquí la comparación y la identificación con esta idea de lo que es (y claro, generalizada) América Latina. Entonces, hay una trampa en la expresión misma porque no podemos latinoamericanizar lo que siempre fue latino, por un lado, y por otro la idea que se generaliza termina siendo demasiado subjetiva lo que lleva a una desmoralización riesgosa. Es lo que Gordon Brown llamó la “bancarrota moral”, quizás más peligrosa que la presión ejercida por las medidas de austeridad (o gracias a ellas).

Plantear la división de Europa en dos bloques monolíticos, como hace Pérez en su artículo, tampoco ayuda: el estallido de la euroguerra fría está lleno de expresiones exageradamente sensacionalistas del tipo “la salida de Grecia del euro crearía una Somalia en Europa”, “guerra civil”, “vuelta de la desestabilización de los Balcanes”, que aunque sean escenarios posibles (si nos ponemos estrictos, esto es innegable) son evitables y por supuesto, no deseables. Sin embargo hace un planteo que resume lo que quiero destacar en este artículo: el desencanto funciona como una losa que está solidamente incrustada en la ciudadanía, el demos europeo, y va a costar mucho deshacerse de ella. A lo que yo agrego un elemento no menos importante e igualmente peligroso que es la pérdida del espíritu europeísta que ese desencanto trae consigo.

En definitiva, el concepto que encierra la expresión de nuestro título es equivocado porque América Latina y el “mito” que la envuelve desde la mirada europea no sale de una probeta. Lo importante aquí es atacar este punto, ser equilibrado y serio. Saber reconocerse ayuda a ir hacia delante. No se debe permitir que esta idea se incruste y perdure en el espíritu de los europeos del sur y haga mucho más difícil ver la luz al final del túnel, por más lejana que parezca y por más largo que sea el camino que aún quede por recorrer.



Moisés Naím, Diario El País



domingo, 3 de junio de 2012

Mi hermana y yo (cap. 6 /34)

"Si tuviera el medio de hacerlo, no solo quemaría todos los libros de historia, sino que arrancaría todas las pinturas famosas de las paredes de los museos, sacaría todos los libros de los anaqueles de las librerías y los archivaría todos en sótanos. De este modo quizás nuestro pequeño mundo tendría un nuevo gran comienzo. Dejaría en su lugar las estatuas. Sin ellas volveríamos a nuestra posición cuadrúpeda."

...y más de un siglo después, seguimos sin entender nada.

Filosofando con Nietzsche.

Un gran amigo me dijo el otro día que disfrutaba de mi capacidad de leer conductas humanas. Además del halago que representa por venir de quien viene, es cierto que es una parte fundamental de casi todos mis análisis. Poca gente ha entendido y entiende que yo pueda disfrutar y divertirme con Nietzsche...y tiene mucho que ver con eso. Lo he leído desde casi siempre ya pero sobre todo he leído mucho sobre él, su vida, su entorno, su Europa. Esto hace que se pueda entender mejor lo que dijo, al punto de identificar su cinismo y su ironía. En todos sus textos hay maravillas, sentencias absolutas que no dejan de encerrar alguna verdad, inclusive muy aplicable a nuestros días. A Nietzsche hay que saber quererlo, leerlo y entenderlo. A partir de allí se logra divertirse con él, inclusive cuando no fuera su objetivo el provocar estas reacciones. Por eso me hago este espacio, un espacio muy mío...mein lieber Nietzsche.