lunes, 23 de enero de 2012

Momentos

Esta tarde estaba viendo una película con el objetivo de desenchufarme un poco y una escena llamó mi atención cuando una de las protagonistas le dice a otra "tienes demasiado tiempo libre". Me acordé enseguida del comentario furioso de una amiga cuando su madre le dijo que se quejaba demasiado de sus hijos para tener una empleada 8 horas por día...y pensé: por qué la gente siempre tiende a menospreciar la situación del otro con respecto a la suya propia. Por qué costará tanto ponerse en el lugar del otro y atender su mundo, porque en su mundo lo que para uno puede ser sólo un simple problema para el otro puede ser su peor pesadilla y más allá del problema en sí, lo que debería importar es cómo se siente y qué podemos hacer para que no le pese tanto. No siempre es menos o más, a veces sólo es distinto. Entonces sí, puede ser que nuestras madres criaran hijos solas, sin empleadas, y hasta alguna quizás trabajara, pero eso no quita que cada vez se haga más difícil para algunas mujeres congeniar todo lo que conlleva la maternidad. Tan solo pensar en el hecho de que nos escolarizábamos a los 5 y jugábamos con cosas simples porque no teníamos los mismos estímulos que nuestros hijos, que se escolarizan a los dos (el tardío) y son mucho más demandantes porque todo gira demasiado rápido, inclusive para nosotros. Cuando terminó el año le escribí unas palabras de genuino agradecimiento a quien fue maestra prescolar de mis dos hijos, un ser especial. Como para mí se cierra una etapa (no, no pienso tener más) creí oportuno hacerle saber que reconozco el esfuerzo y agradezco su dedicación y, en su respuesta vino el suyo porque la gente ya no se toma el tiempo de tener estos momentos. Y es cierto, ya lo he dicho, la gente ya no se para unos instantes para decir "gracias", "te quiero", hacer saber que la presencia del otro es/fue importante, para hablar, en definitiva, de aquellas cosas que son las que, al final, van a darle consistencia y contenido valioso a nuestra vida. Son esos momentos los que nos llenan el alma y nos dan paz cuando estamos solos con nuestra almohada, al final del día cuando cerramos los ojos. Estamos perdiendo humanidad mirando y juzgando demasiado lo que hace el de al lado sin mirarnos al espejo e intentar, antes, tratar de entender por qué lo hace, partiendo de una premisa más positiva. Estamos perdiendo humanidad dejando de lado las relaciones de piel por las de pantalla basados en la inexistencia de un tiempo que, en definitva, si queremos, podemos controlar. Las relaciones humanas hay que cultivarlas, sí, pero no se puede si no se está presente, si no nos tomamos aunque sea esa media hora entre una cosa y otra, ese café para ofrecer o buscar una sonrisa o una escucha. Entonces sí, puede ser que aquella protagonista tuviera demasiado tiempo, pero haber pasado una tarde cocinando por primera vez en su vida para sorprender a un marido que nunca llegó fue tan frustrante como que le negaran el proyecto a la otra en su trabajo...la sensación es la misma, con distintas consecuencias pero ni más ni menos importante en el mundo de cada una de ellas.