jueves, 23 de junio de 2011

¿Conservadores, cómodos o apáticos?

“El país del más o menos” se tituló un artículo publicado por el diario El Observador, con la firma de Juan Carlos Doyenart, en el que su autor intenta encontrar el porqué de esa aparente mediocridad, del aparente quietismo frente a las cosas que tenemos los uruguayos en un pasado glorioso que creímos duraría para siempre. Somos el “Uruguay del más o menos, dice, ese que hace las cosas a medias, que no se profesionaliza, no se especializa en ninguna actividad, que picotea un poco de cada cosa, que cuida su chacrita y finalmente espera que el Estado le resuelva sus problemas...”.

Yo me pregunto, ¿no seremos conservadores? ¿No será que mantenemos un conservadurismo tradicional de un tiempo que no es en el que está inmerso hoy el país y chocamos frente a la realidad negándonos a bailar al compás del mundo? Podría decirse que ese “país del más o menos” es el reflejo del miedo a los cambios, del querer mantener la línea de aquél Estado “benefactor, grande y rico, que solucionaba todos nuestros problemas”. El uruguayo parece preferir siempre el camino más largo, el que es lento, pero seguro. Cambiar sí, pero sólo lo necesario, vamos a no arriesgar...

Quizás me equivoque y lo que debería preguntarme es si no seremos muy cómodos. También es cierto que el uruguayo está muy mal acostumbrado a esa sobreprotección estatal que aún se mantiene en muchos aspectos. Hasta el día de hoy la primera reacción del Estado frente a una situación adversa sigue siendo la de proteger a sus inamovibles funcionarios. Cambiar cuesta y a veces también es arriesgado, claro está que es más fácil seguir en ese “más o menos” que tratar de pasar al “más” con el riesgo de terminar en el puro “menos”...El problema es que el cómodo también es miope y no ve que quedándose en ese “más o menos” se dirige, de todas maneras, aunque más despacio, al más puro “menos”... y entonces así, “podemos seguir culpando al juez de nuestras desgracias”...

Ahora bien, si me vuelvo a equivocar y resulta que lo que somos es apáticos, el asunto ya es más grave. Quizás ese “país del más o menos” refleje un total desinterés del uruguayo de evaluar hacia dónde nos dirigimos, los resultados, lo que votamos, lo que no votamos. Quizás refleje el descreimiento, sobre todo de las nuevas generaciones, en la clase política y sus líderes, en todos aquellos que tienen la posibilidad de hacer algo, porque no existe el altruismo y el precio por querer ser y hacer distinto puede ser caro...

Cualquiera sea la “opción”, creo que está claro que no es buena y nos está llevando por mal camino. Debemos volver a participar, renovarnos, abrirnos, respetarnos a nosotros mismos y al de al lado, respetar su tiempo y su trabajo, encontrar aquello en lo que somos buenos y fomentarlo, apoyarlo, prepararnos, ser los mejores...Es la única forma de poder competir, la única forma de entrar al baile y poder bailar...a compás.

domingo, 12 de junio de 2011

Abdou Diouf y la francofonía

La cadena francesa TV5 emitió hace algunas semanas un documental llamado Abdou Diouf: un destin francophone. Es un repaso sobre su vida y lo que para él significa la francofonía, un verdadero francófilo que dirige hoy, y desde 2003, la Organización Internacional de la Francofonía (OIF). Se ve aquí, más allá de su vida política como Presidente de Senegal durante 20 años, al hombre, su Ser.

La OIF da marco a una solidaridad activa entre los 75 Estados miembros, lo que representa más de un tercio de los Estados parte de Naciones Unidas. La francofonía no sólo representa el compartir el uso de un idioma común, el francés, sino, como el propio Diouf lo resalta, el compartir valores que son universales, toda una cultura, una manera de vivir y ver el mundo basada en un elemento fundamental: la diversidad.

Con sus casi dos metros de altura, su modo lento y pausado de hablar, su mirada reflexiva, Abdou Diouf impone, sin embargo, un respeto afable y la clara sensación de estar frente a quien ha vivido y aprendido: Je me sens apaisé, au même temps plein de vie, je me sens gagné par ce qu'on peut appeller la sagesse. Je suis a cette période de ma vie oú j'ai vraiment la sagesse issu de cette longue experience que j'ai eu de la vie publique, de la vie sociale, des réussites et des échecs et au total, quand je mésure le chemin parcourru je dis que finalment ça n'a pas été si mal, dice Diouf, a sus 75 años, manteniendo un grado de humildad que solo aquél que está seguro de sí puede manifestar sin problemas. Rescata las cualidades humanas de las personas con quien se ha cruzado así como de aquellas con las que ha debido lidiar en el terreno político, tanto en Senegal como en Francia, demostrando una sensibilidad que normalmente resulta difícil de reconocer en estas arenas.

A través de su propia historia y del recorrido hecho hasta llegar a la sede en Paris de la OIF, a pedido del entonces Presidente Jaques Chirac, deja clara la importancia de actuar para que el francés, su idioma, no pierda terreno internacional sin que sea ésta una lucha contra el inglés, ya que no se trata sólo de un tema de lenguas mas sí contra la hegemonía de una única cultura o un único idioma, sea cual sea éste. Diouf representa todo aquello por lo que la francofonía lucha, un africano que supo rescatar lo que de la colonia le era útil, de un país que se independizó pacíficamente y eligió, sin traumas, utilizar el francés como idioma oficial, reconociendo que para países que a veces llegan a tener hasta 300 maneras distintas de comunicación interna, contar con una herramienta unificadora como ésta es una bendición. Un hombre musulmán, casado con una católica y que tiene hoy, en su familia, representadas al menos tres religiones, sumada la judía, practica la diversidad en todos los terrenos de su vida. Elegido y reelecto en sucesivas ocasiones democráticamente que lo llevaron a gobernar su país por dos décadas, Diouf representó un ejemplo para todo el continente el día que perdió las elecciones, ya en el 2000, y se apuró a reconocer su derrota retirándose en paz del sillón presidencial. Es decir, no sólo se trata de promover el francés como idioma, se trata de defender la democracia, los derechos humanos, privilegiar la paz, la diversidad cultural, la educación a partir de una lengua común, que cualquier francófilo definirá como rica y consistente, mágica y musical.

Con estas breves palabras es que recomiendo a quien tenga la posibilidad de entender este idioma, disfrutar durante una hora de este video, disponible en Internet (http://www.dailymotion.com/video/xfgegp_abdou-diouf-un-destin-francophone_news) que nos confirma que hay otros mundos, otras maneras de vivirlos y de verlos y que nos permite descubrir a Abdou Diouf, en toda su humanidad. Un hombre que se define a sí mismo en sus palabras finales diciendo: J'ai beaucoup appris, j'ai beaucoup reçu, ce que je voudrai c'est pouvoir transmettre mon expérience, ce que je voudrai c'est que les hommes aient d'avantage de volonté...Vous savez, Socrates a dit "connais-toi toi même et devient qui tu es": ça doit guider la conduite de tous les hommes pour qu'ils aillent plus loin, ce n'est pas le chemin qui est difficile mais le difficile qui est le chemin...

domingo, 5 de junio de 2011

Recuerdos II

Avanzando en las distintas etapas de la vida, cuando vas saliendo del paréntesis que, a veces, te provoca la maternidad, la etapa bebé, afianzarte en el trabajo, llega el momento, casi de sin darte cuenta, en el que retomás viejas costumbres, hábitos abandonados y, en esa misma necesidad de volver a ser vos, te descubrís extrañando espacios, conversaciones, personas.

Recuerdos II porque la vida te va llevando en determinadas direcciones y en ese exigir se va el tiempo, necesariamente dejamos de hacer cosas, de ver amigos, de hablar tanto, de leer más. Y de golpe, con al excusa del festejo de cumpleaños de uno, te rencontrás con aquellos amigos, que ya casi no ves todos juntos, recordás viejas épocas, te reís como entonces. No están lejos, están acá, pero los extrañás igual.

Hoy, en una reunión así, disfruto sin que el poco sueño que sé que voy a tener luego me moleste, el rencuentro vale...los amigos con los que podés retomar la conversación después de años sin verte, como si te hubieras visto ayer lo valen y son por los que hoy amanezco con una dulce resaca, de sueño y cuerpo pesado, con una sonrisa indeleble en el alma.

Porque volvamos a tener entre cada 5 y 5 de junio otros wiskys, otras chácharas, con los mismos perfumes...

jueves, 2 de junio de 2011

El tiempo en tu tierra.

En uno de mis pasajes por Europa, hace unos años, quedé con una clara sensación de lo que significa el tiempo de acuerdo a donde estamos. Estuve una semana en Portugal y una semana en Francia. Dos países bien distintos, a priori, entre ellos y a nosotros.

La posibilidad de emigrar está en todos nosotros, ya hoy es parte de nuestro ser uruguayo y creo que no hay quien no se lo cuestione en algún momento. De hecho la emigración de jóvenes preparados académicamente ya no tiene que ver directamente (ni siquiera) con problemas económicos, al menos no en el punto de partida. Pasa por otros parámetros más difíciles de detectar a veces, como la valoración de su trabajo, el reconocimiento, independientemente de que les permita vivir en términos económicos.

Cuando me fui a estudiar a Lisboa y el año lectivo terminó, teníamos la posibilidad de quedarnos, teníamos la oferta necesaria para quedarnos, pero volvimos. Volvimos por ese qué sé yo que tiene este país, porque es nuestra casa, porque están aquí nuestras familias, porque le teníamos fe, porque reconocíamos que todavía había una calidad de vida distinta, porque queríamos. Sin embargo este país se empeña en echar a su gente y confieso que me fui a Francia y a Portugal con una mirada atenta a lo que estos países podían ofrecer. Tengo una hermana radicada en Francia hace muchos años, que, claro, considera que podemos hacer y ser mucho más allá que acá. De emigrar, entraría en la categoría de los que se van por hastío, por acumulación de desilusiones, de tanta política barata, de sentir que nos toman el pelo desde los distintos gobiernos. Entraría en la categoría de los que se cansaron de la falta de respeto y la desconsideración del prójimo, desde el ejemplo más simple de dejar tirados los carritos de supermercados en el frente del auto vecino, hasta el que deja el auto estacionado en doble fila en hora pico por no perder dos minutos de su tiempo y estacionarlo media cuadra más lejos, donde había lugar. Los uruguayos consigo mismos pueden llegar a ser terriblemente desagradables…sin embargo hay algo, sigue habiendo algo.

Francia es un país que funciona, desde nuestras realidades funciona y muy bien. Nantes es una ciudad impecable, limpia, perfecta. La gente es súper amable, las indicaciones son claras, clarísimas, hay un orden nórdico y ese orden se respeta. Tanto que costaría acostumbrarme. Portugal es un país mucho más latino en nuestro sentido. Lisboa tiene esa desprolijidad en el justo límite, es un punto medio entre esto y aquéllo. Pero tiene también algo muy europeo que, empiezo a creer, es lo que nos hace volver al sur: el uso del tiempo.

Ya sea por un tema de distancias, de formalidades, de modo de vida, los días parecen ser más largos en un sitio que en otro. Ninguna de estas ciudades se caracteriza por ser grande en comparación con Montevideo, sin embargo el día no da. Y tiene mucho que ver con la manera de vivir, el uso del tiempo es muy distinto. A las 7 de la tarde se está cenando, el día terminó. Acá le estamos dando la última vuelta al mate, pensando qué haremos de cenar. Esto permite otro tipo de relacionamiento, lo que también hace a la calidad de vida. Nos tomamos el tiempo, y parecería que los días tuvieran una consistencia distinta, una chance más a que no pasen por el costado y, por allí, se te vaya la vida. Es una actitud exportable (y en todo caso que se lleva muy bien con los españoles) pero quizás no sostenible en el tiempo. A pesar de que considero que estoy cada vez más lejos de lo que el ser uruguayo implica y de que me siento cada vez menos identificada con este ser nacional, valoro mucho mi tiempo, porque este uso que nosotros le damos permite compartirlo y cada vez más, esto, se torna fundamental. Tener tiempo para aquello que te hace bien, compartir la charla, el silencio, observar, aprender, callar.