viernes, 18 de febrero de 2011

Recuerdos

Tengo un grupo de amigos de nacionalidades diversas con quienes compartí, van a hacer ya 22 años, una experiencia única e irrepetible. Cruzamos el océano, desde Europa hacia América, en barco, siguiendo la ruta del tercer viaje de Cristóbal Colón. Fueron cuarenta y tantos días de convivencia entre jóvenes de ambas márgenes de toda Iberoamérica. De allí surgieron amistades que perduran en el tiempo tan fuertes como entonces, a pesar de las distancias y del tiempo pasado sin volver a verse.

Desde entonces no he dejado pasar una oportunidad de viajar y reencontrar a algunos de ellos con cierta frecuencia, otros menos y a otros no lo he vuelto a ver.

Uno de estos amigos es Joseba. Era uno con los que me escribí largo tiempo y que rencontré gracias al mail y las redes sociales. Joseba escribía, escribía muy bien y
buscando viejos textos míos encontré los suyos y, hoy, releí con inmenso placer uno de ellos...¿Qué pasó con esa literatura? ¿En qué quedó esa capacidad de crear historias tan buenas?

Quedé con la sensación de que fue ayer cuando todavía nos mandábamos cartas por el correo postal, cuando todavía dedicábamos tiempo, a veces horas, a contar lo que hacíamos. Una sensación que se mezcla con el tiempo presente y de donde surge una cierta ansiedad por la falta del mismo para poder retomar esos espacios de conversaciones diferidas, que tenían su propio sabor, aunque sea con una máquina y no ya con el lápiz y el papel.

La magia de estas relaciones es la capacidad de no vernos en años y rencontranos de golpe conversando frente a frente en un bar, en cualquier ciudad, como si hubiéramos conversado la semana pasada por última vez...Es la capacidad de recorrer 400km para acercarnos a un punto intermedio entre el destino de uno y el del otro, con la excusa del almuerzo, de un café, de vernos una vez más, como si fuera ayer, 20 años atrás. Ese momento de volver a algo que nos es único, propio, que vale cualquier esfuerzo y así de hecho, sin que nadie lo verbalice, se hace.

Para Joseba, Carol, María, Fran, Isabel, Jorge, Ana, Rita, Hugo y tantos otros, que no dejemos de movernos por el mundo, que no dejemos de encontrarnos, de reconocernos de tanto en tanto y de tiempo en tiempo.

Hasta la próxima ronda de cervezas, donde sea.

viernes, 11 de febrero de 2011

Opresión

Todo habría sido como siempre si aquéllo no hubiera estado allí, amenazante, en acecho. Al principio, le fue indiferente. ¿Qué podía importar mientras quedara quieto? Sin embargo, ese pringue blanquecino e inestable parecía vivir, crecer, avasallar. Cuando se dio cuenta de que realmente esa obsesión se le echaba encima, resolvió luchar, pensando que hubiera sido mejor comenzar antes. Reunió toda la energía vital que le permitiera rechazarlo. Quizo llenar sus pulmones, pero la náusea lo enervó y apenas pudo detener momentáneamente el inexorable avance de la asqueante catarata. Sopló hasta lo último, pero sin éxito. Luego contempló consternado e impotente cómo se desplomaban sus sueños. Recién entonces gritó desesperadamente:

- Vieja ¡sacame la nata de la leche!

(A Mario y papá)

jueves, 10 de febrero de 2011

Reflexiones sobre la libertad.

Los diversos conceptos que surgen de la idea de libertad forman una constelación vasta y a veces confusa, que intentaremos reunir de manera clara y simple a partir de una reconstrucción académica, filosófica, histórica, cultural y social de lo que significa la libertad.
Comenzamos por la definición sencilla de la palabra que nos da la Real Academia Española, que nos dice que es la “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres.” Estas dos oraciones, en cuanto definición genérica de la palabra “libertad”, están ligadas al concepto político del término, que implica el reconocimiento de ciertos derechos pero también el cumplimiento de obligaciones, al mismo tiempo que incluye la idea de que mi libertad termina donde empieza la del otro.
Los griegos, en función de su época, contrapusieron el concepto de “hombre libre” al de “esclavo”. La condición de libre, en el sentido político, era la de aquél que ingresaba en la polis como ciudadano: poseía, por un lado, la capacidad de decidir y por otro la responsabilidad de hacerlo considerando la comunidad.
Si bien se puede remontar al siglo XVII, lo cierto es que la noción de libertad se difunde de manera amplia en el Siglo de las Luces, de la mano de la igualdad y la fraternidad. “Libertad, igualdad, fraternidad” es una de las divisas más proclamada durante la Revolución Francesa. Son conceptos interdependientes desde una perspectiva ética: no podemos pensar en la libertad sin generar desigualdad, entonces la fraternidad actúa como un engranaje que hace posible la promoción simultánea de la libertad y la igualdad. Entendemos el concepto de libertad como un derecho moral respecto de otra persona, no de nosotros mismos. Estaremos de acuerdo en que sólo si el hombre es libre es también moralmente responsable de sus actos, por lo tanto ser libre es ser responsable y supone una postura epistemológica frente a la realidad.
Históricamente, puede analizarse la noción de libertad desde dos visiones: la que la contempla como algo interior a la persona humana (cristianismo) o la que lo hace como algo exterior a ella; la que hace de la libertad algo metafísico y la que la considera una cuestión social (Hobbes); la que habla de la libertad de la voluntad y la que lo hace de la libertad del hombre (Sartre).
La tradición empirista, desde Hobbes, pasando por Hume y Mill, compatibiliza la libertad con la necesidad, de manera que ser libre no significa obrar sin motivo sino no sentirse coaccionado: una acción puede ser libre aunque esté causada por impulsos o motivaciones, siempre y cuando ninguna de estas cosas pueda considerarse una causa que predetermine necesariamente el curso de la acción (es decir, que coaccione internamente). Esto no significa que la libertad, para ser ejercida tal y como la consideramos, no deba estar limitada. La libertad absoluta, en este marco, no es posible. Si bien el equilibrio perfecto entre el derecho del individuo a actuar sin interferencias de terceros y la necesidad de restringir la libertad para poder vivir en comunidad no se ha encontrado aún, el concepto anárquico de sostener la sustitución del gobierno por una sociedad en la que cada individuo observe los principales principios éticos, es inviable.
Filosóficamente, Sartre plantea que la idea del hombre como un ser libre es una consecuencia del ateísmo, nadie nos ha marcado un destino irremediable, somos, en definitiva, lo que siempre hemos querido ser y siempre podemos dejar de ser lo que somos: el hombre está condenado a ser libre, en la medida de que concluye que no somos libres de dejar de ser libres. Así, hace al hombre radicalmente responsable de sí mismo. Kant, entiende la libertad como la capacidad de los seres racionales para determinarse a obrar según leyes de otra índole que las naturales, en el mundo de la experiencia no hay libertad porque todo obedece a causas pero, en el plano del pensamiento, ve la libertad como una exigencia de la moralidad. Dice Kant: “(…) todo ser que no puede obrar de otra suerte que bajo la idea de la libertad, es por eso mismo verdaderamente libre en sentido práctico, es decir, valen para tal ser todas las leyes que están inseparablemente unidas con la libertad, lo mismo que si su voluntad fuese definida como libre en sí misma y por modo válido en la filosofía teórica. ”.
Para Nietzsche, de acuerdo a la interpretación de Karl Jaspers, el hecho de que la mutabilidad del hombre no se agote en la variación propia de su existencia, según leyes naturales, significa su libertad: el hombre cambia por sí mismo. Toda la historia muestra que tal cambio se ha producido por la moral, entendiéndola como las leyes a las que se someten los hombres en su actividad y en su conducta íntima, de modo que sólo así llegan a ser lo que son. El mundo actual reconoce la moral cristiana. Aquél cuya fe vacila, admite, sin embargo, la moral como si fuese algo obvio. La modernidad, al tornarse atea, cree tener en la moral un terreno sólido que la sostiene y le permite vivir según las leyes de la misma. Nietzsche ataca la moral en cada una de las formas que le salen al encuentro, pero no lo hace para quitarles las cadenas que sujetan a los hombres, sino para impulsarlos mediante una carga más pesada: para que lleguen a una jerarquía superior. Al atacar y al negar lo que vivía como ley moral y como libertad en la autoconciencia humana, Nietzsche quiso concebir el ser auténtico del hombre: lo que llama libertad llegó a ser para él “creación”, en lugar del deber ser puso la “naturaleza”, sustituye lo que los cristianos denominaban gracia y redención de los pecados por la “inocencia del devenir” y en lugar de lo que en general es universalmente válido para los hombres, ubicó la “individualidad histórica” .
Para nosotros, la libertad es un principio.
En términos culturales debemos resaltar que la educación es un factor primordial para conocer la libertad. Quien menos “conozca” menos opciones tendrá, por lo tanto menos libre será a la hora de tomar sus decisiones. En el proceso de educar debemos fomentar siempre la tolerancia, el respeto, la autonomía y la independencia. Nosotros respetamos y fomentamos la libre expresión y el espíritu creador en el marco de la tolerancia.
Personalmente, creo que podemos encontrar tantas definiciones de la libertad cuanto personas haya, en la medida de que lo que en definitiva importa es que cada individuo se sienta libre (además de la libertad que le es otorgada la conciencia de poseer tal estatus es fundamental). En este sentido, entiendo que la libertad no es un fin, es un medio y los medios no resuelven problemas sino que preparan los caminos para resolverlos.
Dejo, por último, una reflexión de Jacques Bénigne Bossuet que sobre la libertad dice:
El buen uso de la libertad cuando se transforma en hábito se llama virtud; el mal uso de la libertad cuando se transforma en hábito se llama vicio.
Sigamos defendiendo la virtud tratando de evitar el vicio.
Muchas gracias.
Enero 2009
VD

Los chicos 2.0

La escena es ésta: un niño de cuatro años sale al frente de su casa a practicar en su bici nueva, sin rueditas, cuando se le acerca una abuela con su nieta de tres. Rápido para socializar, el niño le ofrece a su nueva amiguita su bici vieja, más chiquita. Entonces surge que la niña no sabía andar en bici…así que rápidamente acierta en ofrecerle un triciclo. Estupendo, allá va a buscárselo para andar juntos, cada uno en sus ruedas. Pero resulta que cuando la niña se sube al triciclo, no sabe pedalear, ahí nos enteramos de que ella no utiliza estos elementos porque vive-en-apartamento-en-el corazón-de-Pocitos, lo que equivale a decir (parece ser, todos los días se aprenden cosas nuevas) que la niña, a pesar de solo tener tres años, se pasa entre la computadora y la tele, es decir, intercambiando cajas bobas.

Hoy, leyendo algunos artículos, me entero que estos chicos ya tienen nombre, un nombre generacional que los identifica. Así es, como hubo hippies, yuppies, generación X, ahora son los chicos 2.0. Aunque la definición parece ubicarlos entre los 4 y los 14 años, la característica principal es ésa: las pantallas, de cualquier tipo. Ya sea porque miran demasiada televisión, pasan demasiadas horas frente al monitor de la compu o mandando sms en el celu, lo cierto es que son chicos que pueden tener problemas para socializar directamente, con otros seres de carne y hueso, cara a cara; o que se pueden encontrar con una bici y no saber para qué sirve.
Que los chicos tienen que aprender a usar la compu ya no admite discusión. El asunto es tener claro el cuándo y el cómo. Sigue habiendo edades para todo, en este caso, llegada la primaria no habrá más remedio, pero antes ¿es estrictamente necesario?
Hay que cuidar a nuestros hijos de estos nuevos vicios que pueden encerrarlos…hay que mostrarles todas las opciones, aunque estemos en medio de la ciudad en un barrio lleno de edificios, siempre se puede salir con ellos a andar en bici, triciclo, o a jugar con la pelota, con amiguitos….a respirar aire. Estemos atentos a darles ese tiempo, para que luego puedan diferenciar y utilizar la tecnología con discreción. Es nuestra responsabilidad.

¿Qué pasa a los 40?

Estudiar, terminar la carrera elegida, conseguir trabajo, casarse y tener hijos. Ése es el orden natural con el que crecimos la generación del 60 y el 70, así deben ser las cosas. Lo cierto es que, en el camino, uno se encuentra con un montón de obstáculos que debe sortear para lograr esos cometidos, además de dejar de lado algunas tentaciones que nos invitan a desviarnos del sendero. Para eso nadie te prepara, llegan sorpresivamente y cada uno, a su manera, lo va sorteando.

Podríamos decir que a partir de los 20, las tres décadas tienen características propias. A los 20 ya prácticamente you’re on your own, sos dueña de tu destino y debés decidir hacia dónde dirigirte, es la década de la preparación. En estos años todavía hay algo de soñador, de naïf, de lúdico, en las metas que nos fijamos a mediano y largo plazo. Mantenemos ese ímpetu del adolescente que nos permite enfrentar, a veces, los desafíos con cierto desparpajo y una pizca de arrogancia. Es la década de los primeros logros, terminaste la carrera, empezaste a trabajar, te mudaste sola…Empezás a sentir que ya estás al día con tu generación mayor y saboreás la independencia: conocés un nuevo significado de la palabra libertad. Sí, también para llegar a eso sufrís como una condenada, cada examen que perdés es una tragedia, los hombres desfilan por tu vida en una inconciente búsqueda del “indicado”, que comienza a desesperarte si te acercás a los 30 y todavía no lo conseguiste. En este punto hay dos opciones: o encarás la situación al mejor estilo Carrie Bradshaw o te deprimís y te encerrás en tu trabajo tirando mala leche a diestra y siniestra. Está en vos.

Llegaste a los 30, la década del trabajo duro, afuera y en casa. Empieza el dilema entre el éxito profesional y el premio a la madre perfecta. Conocés la culpa. Descubrís, ahora sí, al hombre que elegiste para que sea el padre de tus hijos en todas sus facetas (que no siempre son las mejores). La realidad de la vida adulta empieza a sacarte esa cara de ingenua feliz que traías de los 20. En estos años tenés que afianzarte, lograr tu lugar en el trabajo, tener hijos, criarlos a ellos y a tu marido, ocuparte de la casa y del colegio, todo al mismo tiempo. Como si esto fuera poco, tenés que sacarte esos 5 kilos que te quedaron de los partos, endurecer lo que tus niños, con tanto amor, ablandaron y estar perfecta. Acá se definen los límites, no sólo los que tenés que imponer, también los que tenés que decidir para vos misma: o la vida se te pasa por el costado y los 40 te despiertan una mañana de invierno con un baldazo de agua fría, o la mirás de frente, la disfrutás, la exprimís, la vivís. Ahhh, ¿quién dijo que era fácil? En realidad, literalmente, nadie, pero uno lo cree así porque existe una especie de acuerdo tácito entre los mayores de no contar sino hasta que estás ahí y entonces decir “y si…¿vos qué pensabas?”.

Entonces ¿qué pasa a los 40? A los cuarenta, es tu turno. Ya fuiste hija, ya fuiste mujer, esposa, madre…ahora te toca a vos. Por eso los 40 es la década en la que llegás a la plenitud, recuperaste tu espacio, tus hijos ya soltaron el primer belcro que los adhería a tu espalda, volvés a disfrutar de tu intimidad, seguís trabajando, seguís creciendo, más tranquila, con otra energía y con la sabiduría que da la experiencia (además de la que te dio el psicoanálisis). Ahora la balanza debe inclinarse más hacia el disfrute que hacia el trabajo. Recuperás la relación con tu marido, si lograste seguir casada, si no te amigás contigo misma, o te crees de nuevo una niña de 20 con mariposas en el estómago si encontraste una nueva relación. ¿Y qué si no llegaste hecha una Valeria Mazza? A los 40 te das cuenta que eso no es lo que importa, la belleza que te van a envidiar es la que sale por tus poros cuando mirás hacia atrás y te das cuenta que lo lograste, tu cara va a iluminar con la tranquilidad del deber cumplido y las metas alcanzadas. De eso se trata, cumplir 40 no es ninguna tragedia, al contrario, es la oportunidad para reencontrarnos con nosotras mismas y disfrutarnos.

¡Bienvenida al club!

Es lo que deberían decirle a cada mujer que da a luz a su primer hijo. Definitivamente es un mundo aparte, nadie va a entender nunca a una mujer madre como otra mujer madre…quizás desde el esfuerzo tenaz de la amistad pueda alguien que aún no ha procreado, comprender lo que escucha, pero cuando se encuentre en el lugar verá que nunca imaginó la intensidad del cambio.
Cuando de niños se trata la conversación, no es preciso conocer a tu interlocutora, todo lo que diga te será familiar y se generará una extraña complicidad de solo saber que “vos-sabés-de-qué-te-estoy-hablando”. Porque no es solo lo que dicen las palabras hilvanadas una tras otra, sino los conceptos, ideas, imágenes, sensaciones y sentimientos que esconden detrás, en ese segundo plano tan difícil de ver y entender para los hombres y demás mortales que se encuentren fuera del club.

Ahora el problema está en aceptar que la cosa es así. Podrán pelear eternamente, padre y madre, marido y mujer, o reconocerse en los primeros años de vida de la criatura cada uno en su lugar: el 80% le corresponderá inevitablemente a ella y el restante 20%, para quien tenga suerte, será patrimonio de él. No vale la pena luchar contra esta ley de la naturaleza porque ella se ocupó de incorporarlo en la información genética del niño. Él sabe, cuando nace, que su vida dependerá de ella y se encargará de recordárselo cada vez que parezca haberlo olvidado. No hay abuelos, no hay tíos, no hay maridos, no hay padrinos ni amigos que puedan, por más que lo intenten, aplacar esa necesidad de “madre” que el niño requiere.

Es así que nos volvemos monotemáticas, perdemos la libertad de hacer y deshacer a nuestro antojo, de despertar cuando se logró saciar el sueño, de no tener preocupaciones (nunca más), en definitiva, perdemos la libertad, con todas sus letras -¡ni siquiera volvemos a ver las vidrieras de siempre sin pensar qué podríamos comprarle al vástago! Cuando recuperamos un poco el espíritu y la fuerza luego de esa experiencia única en todos sus términos que es parir, intentaremos recuperar al menos un poco de espacio, empezaremos a empujar los pensamientos ligados al hijo a un costado para forzosamente generarle lugar a otros que nos sean propios, nuestros. Empezaremos a actuar fuera de su círculo, a retomar la lectura (en la que inevitablemente intercalaremos algún que otro “manual para padres”), a visitar amigos… Será ésta una lucha interna constante entre la culpa y la necesidad. La culpa no nos abandonará nunca en nada de lo que hagamos. Así no tenga cabida, encontrará siempre un rincón donde acomodarse y en vano será intentar luchar contra ella. Menos energías nos costará, intentar ignorarla y dejarla tranquilita donde está. Claro que la intensidad y permanencia de esta lucha dependerá siempre de la cantidad del elemento “susanita” que cada una tenga como parte de sí. No se trata de ser más madre o menos madre sino de sufrir más o sufrir menos, lo que es inevitable, es el verbo.

Ser madre es para toda la vida. La que tenga la suerte de contar con la propia estará más aliviada, quien no añadirá otro componente de angustia a su ya difícil de llevar maternidad. Para todas existirá un punto en el que criarán hacia arriba y hacia abajo, en ambas direcciones. Desde la escucha de viejos instructivos que tienen más de treinta años y ya no corren hasta ver como en un segundo se puede deshacer lo que nos llevó horas de rezongos y malos humores inculcar.

Es así que cuando estamos decididas a no repetir la pesadilla, notaremos que el crío tiene demasiada atención y todo un mundo, demasiado grande, que gira a su alrededor…en el fondo, muy en el fondo de su conciencia, la madre encontrará rápidamente la solución a tal conflicto, pero no se atreverá ni siquiera a insinuarla. Mientras tanto, esa loca idea hará su trabajo de hormiga y lentamente logrará que, ya rendida ante tan elocuente evidencia, verbalice la necesidad de repetir la historia mientras entre dientes murmurará “la puta madre…”
No, ser madre no es para cualquiera, pero es casi igual para todas.

Europa: el Parlamento, los ciudadanos y las elecciones

“Votando en las elecciones europeas, elige a quienes influirán en su futuro y en la vida diaria de casi 500 millones de ciudadanos europeos. Si no se molesta en elegirlos, alguien lo hará por usted y decidirá quién le representa en la única asamblea paneuropea elegida por sufragio universal directo. Los eurodiputados electos darán forma al futuro de Europa durante los próximos 5 años. Consiga la Europa que usted quiere. Si no vota, no se queje.”

Así comienza la lista, que presenta el sitio web del Parlamento Europeo, con las 10 razones por las que se debe votar. Entre el día de hoy y el domingo 7 de junio, podrán votar 375 millones de europeos, la formación de un nuevo Parlamento con 736 eurodiputados. Desde el vamos se apela a la participación ciudadana, normalmente apática y poco interesada en estas elecciones institucionales europeas. ¿Por qué?

El Parlamento Europeo se elige por sufragio universal directo desde 1979. Las normas europeas afectan la vida cotidiana del ciudadano común, mucho más de lo que parece a primera vista. Hoy en día en cualquiera de los países miembros podemos decir que una gran mayoría de leyes nacionales son aplicaciones de la normativa europea. Así que concierne a todos. Es cierto que no es el Parlamento solo quien hace esta normativa pero ha ido ganando espacio y poder con el tiempo y, el nuevo Tratado de Lisboa, una vez en vigor, aumentará aún más el poder de decisión de los eurodiputados, le dará el poder de elegir al Presidente de la Comisión y los ciudadanos tendrán derecho de iniciativa legislativa.

En las últimas elecciones, el ingreso de los miembros de Europa del Este influyó negativamente en la participación ya que muchos de los nuevos ciudadanos europeos ni siquiera sabían qué función tenía el Parlamento. Este año la institución le dedica 18 millones de euros a una campaña informativa institucional, con el fin de combatir la abstención del voto. En Alemania, son los jóvenes los que se han movilizado para lograr generar conciencia entre sus pares de la importancia de hacer uso de este derecho electoral y participar en el sistema. Las críticas se concentran en la falta de verdaderos debates sobre temas europeos, la ausencia de la discusión federalista y la insistente presencia de la Europa de naciones que no representaría un único proyecto. ¿Qué pasa con la política de defensa común, con la política exterior común? Temas que aún hay que discutir y que están fuera del debate en la campaña, total: el pronóstico es una abstención récord.

Sin embargo, cuando los temas europeos parecen más claros y cercanos, quizás más tangibles, los ciudadanos votan, se manifiestan…así fue en las reformas que implicaron votación ciudadana, así fue en el debate sobre la semana laboral cuando se negociaba Lisboa. Parecería que fuera más responsabilidad de los eurodiputados hacer valer su posición y defender el rol de la institución que representan, que de los ciudadanos de cumplir con las obligaciones (de hecho, morales) que implican vivir en democracia.

Por unos, por otros, el Parlamento avisa: si no vota, no se queje.

Unión Europea: esta vez “SÍ”

Al momento del NO de Irlanda al Tratado de Lisboa, afirmábamos en un artículo (ver Letras Internacionales 26: “Unión Europea: esta vez “NO”), que la Unión Europea no aceptaría un no como respuesta. Los hechos lo confirman, en el reciente referéndum (segundo) la votación dijo finalmente SÍ al Tratado, con cerca del 64% de aprobación.

La votación anterior estuvo tan manchada de cuestiones electorales nacionales que no tenían mucho que ver con el Tratado en sí, que la gente terminó votando a favor o en contra de los candidatos nacionales, más allá de lo que realmente traía como cambio Lisboa, que poco se discutió. Las críticas le llovieron a Irlanda como agua y su gente sintió la necesidad de redimirse: ante la posibilidad de quedarse al margen del proceso, prefirieron seguir embarcados. En un contexto de crisis que afectó particularmente a este país, no era tiempo de alejarse. El mensaje había sido claro, la UE no iba a dejar de avanzar por ellos.

Las miradas giraron entonces, y rápidamente, hacia Polonia, donde su Presidente, Lech Kaczynski, había condicionado su firma de aprobación al Tratado de Lisboa, al “sí” Irlandés…una medida que no dejaba de sorprender ya que él mismo había negociado el Tratado y en todo caso, no parecería ser su papel defender los intereses irlandeses. Por más euroescéptico que se declare, su país es parte del grupo y son esos intereses los que se deben salvaguardar. Se tomó su tiempo, 8 días después del “sí” cumplió y firmó.

Ahora queda República Checa. Su Presidente, también euroescéptico, Vaclav Klaus, se niega a firmar la aprobación a riesgo de quedar sólo y con un costo político importante. Su argumento es que debe esperar a que la Corte Constitucional de su país verifique que el Tratado no se enfrente con la Carta Magna checa. De acuerdo a la prensa nacional, más parece estar aprovechando la exposición mediática para ser El que le dará vigencia a Lisboa. Otros, aseguran que es Inglaterra quien presiona a Klaus para que no firme, de manera de demorar el proceso hasta las elecciones legislativas en la isla (a más tardar, en julio 2010). Si ganan los conservadores, como todo indica, harán pasar el Tratado de Lisboa por un referéndum nacional y como Inglaterra viene siendo la que queda al margen de la mitad de las cosas en las que la Unión quiere avanzar…el resultado podría sorprender.

Lo planteamos la votación anterior, lo repetimos ahora, ¿es justo? En definitiva, ¿la democracia no se trata también del respeto a las mayorías? La solidaridad debería ser de ida y vuelta. Europa no va a dejar de avanzar porque Klaus quiera su hora de gloria y se le vaya de las manos, tampoco dejó de hacerlo cuando Inglaterra se negó a participar en otras ocasiones. La salida se va a encontrar, eso es seguro, queda por ver cuál será el costo esta vez.

Unión Europea: esta vez “NO”

¿Cómo que no? Tal parece ser la respuesta de los 26 socios de Irlanda al resultado negativo del referéndum del fin de semana pasado. Mucha sorpresa para un resultado que se venía anunciando los días previos a la votación.

Irlanda viene de decirle “no” al Tratado de Reforma de Lisboa por el cual se intenta hacer funcional una Unión de 27 países.

Tras el fracaso de la Constitución en 2005 se trabajó de manera de salir del paso y lograr la necesaria reforma, a través de un Tratado que permitiera la ratificación parlamentaria, evitando la siempre riesgosa consulta popular. Sólo Irlanda estaba obligada, por mandato constitucional, a recurrir a aquel sistema.

El problema de esta opción es que es inevitable adjudicarle todos los problemas del mundo a esa votación, independientemente de la particularidad de lo que se vota. En la campaña previa al referéndum, Irlanda cambió de gobierno; el saliente se vio envuelto en denuncias de corrupción que influenciaron la desconfianza de los irlandeses frente a las instituciones. La oposición aprovechó, para difundir que la aprobación del Tratado obligaría a aceptar el aborto, tocando una de las fibras más sensibles de los irlandeses, sin que la UE hiciera demasiado por desmentirlo: ahora se paga el precio.

La pregunta inevitable es la siguiente: ¿es justo? Más allá de la letra de la reforma, ésta fue negociada y decidida por todos, incluyendo Irlanda. Está ratificada por 18 Estados sin que se previera que, los que aún no lo han hecho, pusieran obstáculo alguno en el camino. Irlanda entró en la Unión Europea, en 1973, como uno de los países más pobres de Europa y compite hoy con Luxemburgo al estar entre los más ricos, nada más ni nada menos que gracias a los 40.000 millones de euros que la Unión le hizo llegar en forma de ayudas. ¿La solidaridad no debería ser de ida y vuelta? Está claro que la Unión necesita avanzar y no puede permitir que un millón y medio de votantes la paralice de esta manera.

El gobierno irlandés falló a la hora de informar correctamente a sus ciudadanos y convencerlos de que la aprobación era el camino. Queda clara una lección que debe desprenderse de este resultado: el objetivo de involucrar a la ciudadanía en el proceso parece no haberse logrado. Para el ciudadano común la Unión sigue siendo Bruselas, sigue siendo la Comisión, el Parlamento Europeo. El europeo común sigue sin incorporar el eslogan “Europa somos todos, unidos en la diversidad” y esto involucra a todos los Estados miembros.

¿Qué hacer ahora? Las reacciones van casi todas en una misma dirección, mantener el sistema de la “Europa a dos (o varias) velocidades”. Hasta los más férreos adversarios de este sistema, como el Primer Ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, consideran que frente a la posibilidad de dejar sin efecto Lisboa es mejor “crear un núcleo de países dispuestos a llevar adelante las reformas políticas y que el resto se vaya adhiriendo así quiera y pueda”, mal que le pese. Tan serio es el desaire irlandés. Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, quien se prepara a tomar la presidencia del Consejo durante el próximo semestre, aseguraron que se encontrará una salida. Es la prioridad en la reformulada agenda de la reunión del Consejo que se realiza este miércoles y jueves. La presión está ahora sobre Inglaterra para que ratifique el Tratado esta misma semana a fin de dar un claro mensaje a su vecina Irlanda y provocar, en cierto modo, una segunda votación, repitiendo lo sucedido con Niza en 2003.

No es para envidiar la situación del gobierno irlandés que pierde frente a su pueblo y queda aislado de Europa, mientras le llueven las críticas de todos lados. Sin embargo parecería claro que esta vez, Europa no va a aceptar un NO como respuesta.

2011

Como todos los años, éste comienza con renovadas esperanzas y el mantenimiento de algunas que irremediablemente repetimos cada ciclo de 365 días. Entre ellas siempre está que el año que comienza sea mejor que el que termina. Este año propongo no esperar nada específico que sea atribuíble al guionista de Dios, como diría Darwin, o a cualquier fuerza externa a nosotros. La consigna es hacer que las cosas pasen. Parte de esto tendrá que ver con conocernos, aceptarnos y hacernos cargo de las decisiones que tomamos...el año en gran parte lo hacemos nosotros mismos. La meta será terminarlo sin esa desazón del balance final que se mezcla con el estrés navideño y las múltiples reuniones de fin de año. Que tal balance sea positivo y nos satisfaga dependerá del punto de vista que elijamos para realizarlo. ¡Que sea un gran año!